Sánchez prefiere a Junqueras y a Otegi que a Feijóo y a España
El presidente ha elegido conceder impunidad al separatismo que adecentar la Justicia y llegar a acuerdos de Estado con el líder de la oposición.
Pedro Sánchez ha roto casi de manera irreversible la posibilidad de renovar el Poder Judicial, al intentar hacerlo compatible con una medida lamentable que en realidad lo maniata: rebajar el delito de sedición para que sus socios independentistas puedan volver a la actividad política de inmediato y, además, obtengan impunidad si vuelven a intentar desafiar al Estado.
La negligencia del presidente solo es superada por su desparpajo para tender una trampa a todos e intentar hacerles ver que puede consensuar con cada uno de ellos medidas incompatibles entre sí. No se puede reformar el Código Penal para abaratar los Golpes de Estado y, a la vez, garantizar la independencia judicial.
En ese sentido, Feijóo acierta al suspender las negociaciones para renovar el Consejo General del Poder Judicial, que estaban en el último tramo: nadie hubiera entendido que el líder del PP blanqueara a un presidente que ataca a la separación de poderes, utiliza el suyo para saltárselos todos y somete la justicia a sus intereses personales, casi siempre antagónicos o contrarios a los de España.
Frenar a Sánchez
Los estragos generados por Sánchez en el Estado de Derecho son formidables ya y tendrán consecuencias a futuro, y precisamente por ello no tiene sentido amplificarlos. Y menos en un asunto tan delicado como la cohesión territorial y la unidad del país, amenazadas por el separatismo pero también, y ésta es la gran novedad, por el propio Gobierno.
Porque a nadie se le escapa que depreciar la sedición es una invitación, firmada por Sánchez, a volver a las andadas, con la sensación de que el precio legal a pagar será inexistente o ínfimo. Que todo un presidente se dedique a facilitar el desafío de los enemigos de la Constitución lo dice todo de él, de sus principios y de sus objetivos. Intentar evitarlo es ya un asunto de Estado.