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Sediciosos, etarras y agresores sexuales: los beneficiados por Sánchez

Esta semana se aprobará la anulación del delito de sedición, la tercera medida de Sánchez para auxiliar a los peores ejemplos de la sociedad.

Pedro Sánchez, en el Congreso

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Esta semana, si nada se le tuerce al Gobierno, quedará aprobada la reforma del delito de sedición hasta su práctica anulación, un peaje nefasto que ERC le ha impuesto a Pedro Sánchez para aprobar los últimos Presupuestos Generales del Estado de la legislatura.

Con esa novedad, se remata la temeraria sumisión del PSOE al independentismo catalán, y por ende al vasco, que comenzó con la concesión de indultos a políticos condenados por el Supremo y lo va a rematar indultando los delitos que cometieron, para que la próxima vez les resulte más sencillo perpetrarlos de nuevo.

Al escándalo que supone modificar el Código Penal por presión de los delincuentes se le añade el estropicio generado por la "Ley del solo sí es sí", que en la práctica ya ha ayudado a reducir condenas o a salir de prisión a decenas de delincuentes sexuales, que pueden ser cientos si prosperan las revisiones de sus sentencias.

Y para terminar, cabe recordar el traslado masivo de terroristas a cárceles del País Vasco, tras transferir al PNV las competencias penitenciarias, para que allí se les conceda el régimen de semilibertad negado en sus prisiones de origen.

Con los peores

Todo ello junto resulta desolador, pues evidencia que, por fallos incomprensibles o con una premeditación política lamentable, los peores delincuentes para la convivencia social han recibido premios y privilegios del Gobierno, por razones ajenas al interés público y relativas estrictamente a las necesidades de Sánchez.

Aunque suene duro decirlo, lo duro realmente es que ocurra y en España, en estos momentos, se estén concediendo más privilegios a violadores, golpistas o etarras que a los ciudadanos corrientes, asediados por una situación económica caótica y olvidados por un Gobierno que solo tiene tiempo para atender a Junqueras, Otegi o, de remate, los peores delincuentes sexuales.

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