Un “nuevo” antidepresivo: Esketamina
Los datos que manejamos nos hacen tener esperanza, pero al lado de ella debe ir la prudencia. La medicina no funciona con creencias, sino con evidencias.
Estos días vienen a mi consulta muchos pacientes preguntando por el nuevo antidepresivo llamado químicamente la Esketamina, fabricado por el ya famoso laboratorio Janssen, y cuyo nombre comercial es Spravato.
La Esketamina es un “nuevo” medicamento para combatir la depresión que viene cargado de esperanza, pero también de polémica. No es para menos, estamos hablando por un lado de una enfermedad que origina una gran amargura y mucha incomprensión; y por el otro de una sustancia conocida y cuestionada por su uso fuera de los márgenes legales.
La Esketamina es un antagonista del receptor de N-metil-D-aspartato (NMDA) que, en combinación con los antidepresivos que ya tenemos (ISRS o IRSN), está indicado en adultos que sufren un trastorno depresivo mayor resistente al tratamiento, que no ha respondido al menos a dos tratamientos diferentes con antidepresivos en el actual episodio depresivo moderado o grave.
La Esketamina se ha creado para la autoadministración por el paciente bajo la supervisión directa de un profesional sanitario. Los pacientes deben permanecer sentados durante su administración con la cabeza reclinada hacia atrás en un ángulo de 45 grados, y se administra por vía nasal con unas pulverizaciones. (el primer mes 2 veces cada semana y después según la respuesta se modifica). Despues deben quedarse unos minutos en observación.
Al parecer su respuesta es muy rápida (1 a 7 días), aspecto que lo diferencia notablemente de los antidepresivos clásicos que tarden entre uno y dos meses en producir una reducción y control de los síntomas depresivos. No se debe utilizar como medicamento de inicio, sino, insisto, cuando han fracasado al menos dos tratamientos los antidepresivos tradicionales.
Su llegada al sistema público de salud de España hace justo un mes ha supuesto un más que seguro avance, pero también ha dado paso a dudas y objeciones al ser un derivado de la Ketamina
La verdad es que la llegada al sistema público de salud de España hace justo un mes ha supuesto un más que seguro avance, pero también ha dado paso a dudas y objeciones al ser un derivado de una vieja sustancia muy conocida y utilizada como anestésico y como droga de abuso: la Ketamina.
La medicina, y la psiquiatría forma parte de ella, es una ciencia biológica y no exacta. Decimos tradicionalmente que no hay enfermedades, sino enfermos, dando entender la singularidad de cada caso. Pero si algo tienen en común todas las depresiones es que estamos ante una enfermedad cruel, atroz, dolorosa psíquicamente, invalidante, que hace sufrir intensamente, incomprensible para el enfermo y, también, para su familia. Además, con tendencia a la cronicidad y capaz de producir un quebranto económico social y laboral a veces irreversible.
Estar deprimido, me lo habrán leído muchas veces, no es solo estar triste o desanimado. Es un cambio en la forma de vida. Es una pérdida de la ilusión por todos y por todo. El enfermo depresivo no vive, sobrevive. Por eso cualquier posible avance en la contención de esta enfermedad tan grave será siempre bienvenido.
Los datos que manejamos nos hacen tener esperanza, pero al lado de ella debe ir la prudencia. La medicina no funciona con creencias, sino con evidencias. Veremos lo que da de sí en la práctica cotidiana esta nueva sustancia, pero, para ello, hay que darle tiempo y hacer un seguimiento y control médico de lo que tenga de positivo y, también, de lo negativo que pueda aparecer.