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Sánchez amenaza a la mismísima democracia

El presidente ha desbordado las reglas del juego con una serie de reformas y asaltos a la separación de poderes que Europa no puede tolerar.

Pero Sánchez, este domingo en Cataluña

Pero Sánchez, este domingo en Cataluña

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Por mucho que Pedro Sánchez se empeñe en presentar sus burdas concesiones al separatismo como un intento de reforzar la convivencia en Cataluña, lo cierto es que obedecen en exclusiva a los burdos peajes que debe pagarle para mantenerse en el poder y que, además, no suponen una renuncia expresa a los objetivos que provocaron la asonada de 2017.

En el terreno político, es obsceno que el presidente del Gobierno intente hacer creer que hoy el nacionalismo está más contento en España, cuando la realidad es que se siente más fuerte y legitimado que nunca para coronar, en ésta u otra legislatura, su proyecto rupturista.


Que mientras se haya reducido la tensión no obedece a que ERC y Junts en Cataluña o Bildu y el PNV en el País Vasco acepten el marco constitucional; sino a que pueden alcanzar sus metas sin necesidad de agitar las calles: les sobra con recordarle a Sánchez que sin ellos no sería presidente para que, con escandalosas reformas y lamentables concesiones, obtener el botín que buscan.

La derogación del delito de sedición y la minusvaloración del de malversación suponen elaborar un Código Penal a la carta para los delincuentes, condenados e indultados previamente, lo que en la práctica les anima a repetir los hechos cuando las circunstancias se lo aconsejen.

Y el bochornoso asalto al Tribunal Constitucional, con la enésima reforma exprés que conculca los procedimientos establecidos y atenta contra la separación de poderes, es un intento de legitimar los abusos de Sánchez y de legalizar, el día de mañana, los de sus socios.

Europa debe actuar

No parece que una moción de censura, inviable aritméticamente, sea la solución, por muy tentador que sea retratar a tan nefasto dirigente en el Congreso. Y tampoco es especialmente útil exigir un adelanto electoral, por justificadas que estén ambas posturas en VOX y Ciudadanos, en el primero caso, y en el PP, en el segundo.

Pero algo debe hacerse para resistir a la deriva antidemocrática de un Gobierno echado al monte: desde luego denunciarlo por todos los medios al alcance. También utilizar los recursos legales que sigue brindando el Estado de derecho, por amenazado que esté ahora.

Y, por último y más importante, recurrir a las instituciones europeas, de manera formal y reiterada, con cuantas iniciativas sea posible. A Sánchez, que pone en riesgo la democracia, hay que pararlo con la propia democracia.

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