Huele a podrido en el corazón de la Unión Europea
Poco ejemplo puede dar Bruselas a los 450 millones de europeos a los que representan cuando ha sido incapaz de impedir un caso de corrupción tan burdo por obra de una dictadura como Qatar.
Comprar a los dirigentes de la FIFA para que les concedan un Mundial de fútbol es grave, pero no deja de ser un trato comercial privado. Cosa muy diferente es que las autoridades de Qatar hayan querido torcer la voluntad del mismísimo Parlamento Europeo sobornando a algunos de sus dirigentes y europarlamentarios. Y la cuestión no es señalar a los qataríes, pues poco a nada se puede esperar de una dictadura; lo escandaloso es que la institución que representa al continente donde se marca el estándar de democracia y transparencia en el mundo se haya dejado corromper de este modo.
Todos los indicios que ha reunido hasta el momento la fiscalía belga se orientan a supuestos pagos del gobierno de Doha para mejorar, de un lado, su imagen de país ante la celebración del Mundial y, de otro, "engrasar" convenientemente los trámites y mecanismos del Parlamento para lograr el respaldo de la Unión Europea en sus planes de posicionamiento geopolítico.
Conviene aclarar que Qatar no es el único país fuera del territorio comunitario que trata de influir en la Eurocámara. Existe un procecimiento legal de relación e influencia a través de lobbys establecidos en Bruselas y Estrasburgo. Marruecos es un buen ejemplo, por intereses comunes como las negociaciones en torno a la pesca o a la búsqueda de apoyos para sus pretensiones en el Sahara.
Es inadmisible que Bruselas no haya sabido o podido anticiparse a estos tejemanejes que pudren el corazón de la Unión. Su autoridad han quedado en entredicho ante los cerca de 450 millones de personas que representan
En el caso de los qataríes, sin embargo, el ejercicio del "lobbysmo" parece haberse excedido, para pasar directamente al soborno de quienes tienen en sus manos la posibilidad y la alta responsabilidad de marca el camino sobre decisiones sensibles de la Comisión Europea.
La delgada línea entre el 'lobbysmo' y la compra de voluntades
Queda probada, en fin, la existencia de una línea extremadamente delgada entre el propósito legal y legítimo de influencia sobre los departamentos de comunicación y la compra total de voluntades, como parece que ha sucedido con la vicepresidenta socialista Eva Kaili, representante de un grupo de presión política con arraigo de años en la sede de la Eurocámara. Y lo peor es que aún no se conoce final a la investigación judicial.
Es momento, en consecuencia, de indignarse con toda razón y de exigir que se llegue al fondo de este caso. Porque es inadmisible que Bruselas no haya sabido o podido anticiparse a estos tejemanejes que pudren el corazón de la Unión. Su autoridad han quedado en entredicho ante los cerca de 450 millones de personas que representan. Urge enmendarse.