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Ely del Valle

La crueldad encubierta del anuncio que vuelve cada Navidad

No todo el mundo puede volver a casa por Navidad. Algunos, de hecho, no lo harán nunca más

La crueldad encubierta del anuncio que vuelve cada Navidad

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Como idea sensiblera no se le puede poner un pero, y como campaña publicitaria, imposible negar que es un éxito, sin embargo creo que ya es hora de que alguien les diga a los responsables de la famosa marca de turrón que ese anuncio del “vuelve a casa por Navidad” del que han hecho su santo y seña, no deja de ser una crueldad con la que se hace daño a muchas personas.

No todo el mundo puede volver a su casa en estas fechas. Hijos que están lejos y que no se van a reunir con sus padres, simplemente porque no pueden; padres cuyos hijos no van a regresar ni ahora ni nunca porque se han marchado para siempre; abuelos sin más familia que ellos mismos sin nadie a quien sentar en la mesa; inmigrantes, expatriados, gente que han perdido a gente; distancias que van a seguir ahí porque las circunstancias no permiten otra cosa.

Son muchos, muchísimos, los que no vuelven a casa, y muchos, muchísimos, los que no lo van a hacer nunca más, y tiene bemoles que esa herida con la que se termina por aprender a vivir el resto del año porque no hay más narices, se reabra cada Navidad de un tajo con el bisturí de una cancioncilla lacrimosa que irrumpe cada dos por tres en la televisión cuando más tranquilos estamos y que tiene como fin último, no nos olvidemos, el de vender turrones.

Son ya cuarenta años, que se dice pronto, de la misma matraca, de hacer llorar gratuitamente en cada pausa publicitaria a los que van a echar en falta a ser querido, de hacer caja con el dolor ajeno, así que una de las cosas que le voy a pedir al año que comienza es que los responsables del turrón de marras le den otra vuelta, esa sí, a su campaña para 2023. Las familias, parejas y amigos del medio millón de personas que fallecen cada año en este país, los seis de cada diez mayores que van a pasar estos días en soledad, los casi cuatro millones de personas que están en residencias, y todos los que tenemos a un hijo, un padre o un hermano lejos, se lo agradeceremos de todo corazón.

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