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El contundente y elegante mensaje del Rey Felipe al Gobierno de Sánchez

El Jefe del Estado hizo un encendido elogio de la España constitucional nacida en 1978, justo la que intenta demoler constantemente el Gobierno de Sánchez.

El Rey, en su discurso de Nochebuena

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El discurso navideño del se esperaba con enorme expectación y no defraudó: más allá de cuestiones genéricas sobre Europa, la crisis y la guerra en Ucrania, tan importantes como poco comprometidas políticamente; lo sustantivo fue su reiterada apelación a la Constitución, a la unidad, al respeto a las normas, a la Transición coronada en 1978 y a la convivencia.

Y todos ellos son valores que, ahora mismo, pone en discusión el Gobierno, en su totalidad o parcialmente; desde uno de los socios de la coalición o desde los dos a la vez, con el añadido de sus aliados externos.

Que Podemos gobierne en España y a la vez, incumpliendo el mandato que le obliga a defender y hacer defender la Constitución, exija abiertamente el fin de su cúspide, que es la Jefatura del Estado, ya es suficiente: no se puede ostentar tan alta representación y, a la vez, denigrar la arquitectura institucional que soporta el Estado de Derecho. Ni tampoco alimentar al resto de actores políticos que defienden esa demolición.

El Rey defendió la España del 78, que es la que el Gobierno de Sánchez y de sus socios está enterrando poco a poco

Y si eso es responsabilidad de Podemos en primera instancia, lo es más aún del PSOE y particularmente de Pedro Sánchez, que tolera la inclusión en el Ejecutivo de una formación antisistema y depende de otras dos, ERC y Bildu, para mantener su posición: no se puede estar con la Constitución, como dice Sánchez, y a la vez gobernar con quienes aspiran a derogarla, suscribiendo además muchos de sus métodos para lograrlo.

Mensaje velado a Sánchez

Si a eso se le añade el desafío sostenido a la separación de poderes, que Sánchez intenta desde 2018 y está a punto de lograr pese a la épica resistencia del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional, la conclusión es obvia: fuera o no la intención de Felipe VI, su mensaje fue claro, rotundo, elegante y contrario a lo que representa e intenta este Gobierno.

Que lo hiciera de una forma impecable no significa que renunciara a la hondura: reclamar la unidad de España y la vigencia de la Constitución, con un Gobierno enfrente que discute abiertamente ambas misiones, ha de tener consecuencias políticas de primera magnitud. Porque no se puede tener un Rey que expresa un canto a la España del 78 y un Gobierno que entierra a diario ese legado.