Dejen de censurar: evitemos un nuevo caso de 'los artistas de la ceja'
Como hicieron con Zapatero el mundo del cine entra en guerra contra la supuesta censura que sufren desde lo que llaman extrema derecha reaccionaria. No nos merecemos más dosis de moralina.
Agradecería a la extrema derecha reaccionaria allá donde se encuentre que deje de censurar lo que sea que está censurando para ahorrarnos a todos la prescriptiva matraca de los artistas de la ceja. Llevamos décadas soportando las lecciones morales de la 'chupipandi' de Almodóvar, y creo que ninguna generación merece tal castigo.
La crueldad a la que nos someten periódicamente con manifiestos, cartas abiertas, declaraciones, concentraciones y manifestaciones nos viene causando un sufrimiento aún mayor que el visionado de sus obras. Por eso, debo apelar a la clemencia del fascismo censor y pedirle que ceda, porque ellos nos someterán a su tortuosa moralina hasta que lo hagan. Dejen que me explique.
Dicen los entendidos que la película germanomongola “Queso de Cabra y Té con Sal” de la directora Byambasuren Davaa es una gran película. Desde una visión poética y costumbrista, este film retrata íntimamente los cambios en la vida tradicional mongola. Puede que sea de su interés. Se lo comento porque el año pasado esta película tuvo más espectadores que el 75% de las películas españolas en cartelera. En concreto: 1.333 personas.
Quizá sea porque el cine español y, en general el mundo de la “Cultura”, están amordazados por una censura insoportable que no permite su desarrollo pleno. O quizá porque el modelo de negocio del cine español no está enfocado al cliente, al espectador. En cifras redondas, el cine patrio recibe unos 300 millones de euros entre subvenciones directas, inversiones obligatorias de televisiones y plataformas, y estímulos fiscales varios. Háganse a la idea de que toda la producción de cine nacional recaudaría unos 100 millones en un buen año.
Por lo tanto, la facturación proveniente de la explotación en salas de cine es llamativamente residual. Dicho de otro modo, el modelo de negocio establecido en España no se rige por la máxima de la difusión, sino por la máxima subvención. Si a usted le importa un bledo el cine español, sepa que en correspondencia, a la “Cultura” le importa usted lo mismo. Se trata de producir lo que sea, independientemente del interés para el espectador, de la calidad del producto o del valor cultural que aporte.
Se trata de que usted crea que la “Cultura” es un exclusivo club de personas superiores y que cuestionar sus actividades es como violar la palabra del consejo de ancianos. La sostenibilidad del modelo de negocio -es decir, su continuidad- reside en que usted piense que es suficientemente bruto como para despreciar el caviar cultural que se le ofrece. Una exquisitez por la que debe pagar, claro, aunque no le guste, porque “sin cultura, no hay democracia”.
Por eso, repito mi súplica a los ultramontanos censores en la esperanza de que la 'chupipandi' no encuentre excusas tan burdas como para emerger de nuevo a la superficie a defender su modelo de negocio y su superioridad. Esa superioridad que no se imprime en sus obras, pero sí en el debate público recordándonos que ellos son los únicos legitimados para afear, denigrar y censurar lo que consideren oportuno. Están obligados a sacar brillo a su brújula moral para que usted pague por ella, aunque siempre apunte a la izquierda y sólo la consulten 1.333 personas.