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Sánchez y sus principios cambiantes: las lenguas cooficiales llegan al Congreso

No se trata de reconocer la diversidad ni de respetar la cultura de Cataluña, País Vasco o Galicia: Es simplemente una cesión del presidente ante el fugado para conservar el poder.

Los pinganillos de los miembros de Vox amontonados en el escaño de Pedro Sánchez (FOTO: @Santi_ABASCAL)

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El PSOE votó hace un año en contra del uso de las lenguas cooficiales en el Congreso. Fue en junio de 2022. Era el mismo PSOE que ahora, el 'sanchista'. Lo que entonces, según argumentaban los socialistas, era algo innecesario, ahora se ha convertido en una necesidad imperiosa, en una cuestión de respeto a la diversidad.

¿Qué es lo que ha cambiado en un año? Solo una cosa, la necesidad de Pedro Sánchez de 7 votos de Junts, del prófugo Carles Puigdemont para revalidar su puesto de presidente del Gobierno. Es tan evidente que produce un poco de sonrojo tener que explicarlo. Lo penoso es que los propios diputados del PSOE que votaron no votan ahora sí con entusiasmo y aparente convicción, como si hubieran luchado toda la vida por conseguirlo.

El esperpento fue doble. Podrían haber esperado al menos a tener aprobada la reforma del Reglamento para aplicarlo, pero no. La sumisión a Puigdemont asusta. No sabemos sí Junts exigió que el debate de la reforma del Reglamento se llevara a cabo usando ya las lenguas oficiales o que el Gobierno tiene tantas ganas de agradar al fugado que va incluso por delante de sus deseos.


El caso es que asistimos a un fraude de ley en toda regla. Aplicar una norma que no está aún aprobada roza la prevaricación. No se puede argumentar que el uso de las lenguas cooficiales no está prohibido en el Reglamento porque si así fuera seria del todo innecesario reformarlo.

Es cierto que España no se rompe ni se hunde ni se quiebra por este sinsentido. Más allá del gasto que supone y del poco respeto que demuestran al dinero público, hablamos de una cuestión disparatada que pone en evidencia que Sánchez hará lo que tenga que hacer, incluso el ridículo, para conservar el poder.