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Miguel de Lucas

Diario de un diletante: Ruphert, soy Yolanda, te necesito

¿Por qué criticará el señor Alfonso Guerra a Yolanda Díaz por malgastar el tiempo en la peluquería, si es donde más se aprende sobre lugares comunes?

Yolanda Díaz se hace la manicura.

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Está usted muy equivocado, señor Guerra. No sabe lo que aprendo yo, la vice del Estado español, en las peluquerías. Sí, vale, aprendo lugares comunes, pero no puede exigirme más. Recuerde que soy líder de Sumar, cuyo mayor mérito es no restar. En la pelu me pasa como con la plancha. Me abstraigo mucho, frunzo el ceño y tengo epifanías. Ya no necesito el yoga. Mi karma está completo. Soy capaz de inventarme en un periquete las tres acepciones de amnistía. Si quiere más acepciones me las invento sin problema. Ni la RAE. Y todo sin mirar la Constitución o el Código Penal.

Confieso que no todo es cosecha propia, algo ayuda mi peluquero. Mi Ruphert siempre está ahí cuando lo necesito. Es muy sincero. El otro día sin ir más lejos me abroncó. Me afeó mi foto del periódico con el hombrecillo de Waterloo. No dijo: “pero cómo te reúnes con un delincuente”, sino “cómo posas con un tío tan mal peinado”. Le pareció imposible ese casco. ¿Lo deja a su aire tras salir de la ducha?, me preguntó. Le dije que no creía que se duchara mucho. Lo sé por experiencia, añadí: es la moda en mi coalición.

Se equivoca señor Guerra. No sabe lo que se aprende en las peluquerías. Se impregna una de sentir popular, del pulso de la calle, como se dice ahora. Yo suelo llegar donde mi Ruphert un poco antes de mi cita. Me zampo enteritas las revistas del corazón, horóscopo incluido y espío las conversaciones de las clientas. Saco mucha información mientras se ondulan la permanente.

Le pongo un ejemplo. El otro día una arpía proclamó que lo de Jenni no era para tanto, que ya le gustaría a ella un piquito a destiempo. Acto seguido la llamé facha y ella me lanzó la laca. Su amiga de al lado opinó que menudas niñatas las del combinado nacional. Que qué se habían creído, que su fútbol no lo ve nadie. Que habían arruinado la alegría del mundial. Cogí sus planchas de alisar el pelo -mi especialidad es la plancha, ya lo vé- y le pincé la nariz. Ella respondió con un tirón de pelo, para disgusto de mi Ruphert.

En estas refriegas voy aprendido lo que opina la calle y luego hago justo lo contrario, porque la calle está equivocada, ya lo dice mi Ruphert, El vulgo es ignorante, sin estudios, ágrafos muchos, hay que educarlo. Y quién mejor que yo que soy muy sabia y me reúno con el papa. Francisco opina como yo. O yo como él. Ya no sé.

Así que señor Guerra no me censure que pierdo tiempo tiempo en la 'pelu'. Porque es mi universidad, mi cátedra y mi pupitre. Ahí está todo, mi principio y mi fin, el arte y la vida, el ying y yang, los rulos y el SMI. Ah, y el Lecturas y el Hola.