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Fernando de Rosa

Pedro Sánchez, en libertad condicional

No se atrevió a subir a la tribuna para no desairar a sus futuras partes, que se regodeaban con la situación. Se empequeñeció tanto que abandonó su escaño y mandó a su dóberman particular

Pedro Sánchez, en libertad condicional

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Durante los días 26, 27 y 29 de septiembre se ha efectuado el debate de investidura a presidente del Gobierno de Alberto Núñez Feijóo, tras el encargo de su Majestad el Rey, y durante el mismo se ha podido constatar que existe una propuesta de gobierno honesta, sólida y transparente.

Pero también se ha podido ver con total claridad que en el hemiciclo se sentaban los trozos de un Frankenstein en formación, y que esos trozos iban hablando uno detrás de otro, moviéndose de forma perfectamente organizada extendiéndose por los escaños de la bancada socialista como una lengua de lava roja, constante y viscosa, pero creciente.

Estas partes de Frankenstein hablaban y hablaban mirando no al candidato, sino al objetivo de sus discursos, al mudo Pedro Sánchez, que no se atrevió a subir a la tribuna para no desairar a sus futuras partes, que estaban regodeándose de la situación que se estaba creando y de las cadenas que iban enredando en los pies del silente Sánchez, susurrándole cada una de las partes del monstruo en construcción: “Mira al candidato Feijóo como ondea la bandera de la libertad, piensa que tú no podrás nunca ondearla porque con nosotros siempre estarás en libertad condicional”.

El hombre menguante atado a un móvil

Así se fueron desarrollando las sesiones, mientras el candidato Feijóo iba hablando y engrandeciéndose utilizando un simple mensaje, consistente en describir la libertad, la igualdad, la decencia y la verdad como forma de gobernar, frente al mismo se iba viendo la figura de un hombre menguante atado a un móvil.

Sánchez se empequeñeció tanto que no pudo aguantar en su escaño y lo abandonaba de forma constante con movimientos nerviosos. Eso sí, procuró estar presente cuando mandó a su particular dóberman, Óscar Puente, creyendo que con insultos de barra de bar lograría un momento de respiro para que las miradas de las “futuras partes del monstruo en construcción” dejaran de estrangularle y se lanzaran contra el candidato, pero ni así dejaron de ir tejiendo los nudos de la cadena de su condicionada libertad.

El muñeco Puente se esforzó, pero no dejó de ser un simple señuelo que fue fácil de identificar cual era su función y cual fue su fracaso, por eso solo fue la anécdota de la primera jornada del debate. Mientras tanto, la vicepresidenta, Yolanda Díaz, siempre tan intrépida y sirviente, lanzó en auxilio del menguante a una diputada gallega que resultó ser en vez de un salvavidas, una nueva piedra al cuello del gobierno en funciones.

El 'toc' de Yolanda Díaz

La diputada Marta Lois empleó un tono impostado queriendo dar lecciones de galleguidad al que fue presidente por mayoría absoluta de Galicia, y mientras hablaba, su jefa Díaz cada vez se removía más nerviosa en su escaño dedicándose a tocarse el pelo como si fuera un Tic o más bien un Toc. Lo que fue digno de ver eran las caras moradas de cabreo del trío podemita: Montero, Belarra y Verstrynge, que estaban como hidras queriendo fulminarla con los ojos.

Una vez pasado el turno del mudo Sánchez y su apéndice Yolanda, vino el verdadero debate protagonizado por las partes del monstruo Frankenstein que reivindicaban su papel de cadena del “futuro gobierno muy muy progresista”.

Así Rufián, que volvió a obligar a sus compañeros a ponerse el pinganillo para entenderle lo que decía, presentó el primer nudo de la soga, hablando de amnistía y referéndum mirando fijamente a Sánchez en momentos duros de su discurso, poniendo de manifiesto que estaba presentando sus exigencias a otro candidato y no al que se presentaba ala investidura.

Los hijos de la convergencia

Fue digno de oír posteriormente a la diputada Nogueras portavoz de los hijos de la convergencia de Pujol, con la que coincidí curiosamente durante varios meses en un curso de defensa nacional española, se mostró como lo que es una representante de la alta burguesía catalana que venía a pedir más privilegios para su clase social y en eso basó su discurso: “Me molesta la España emprendedora y activa que me hace competencia, por eso nos queremos ir”.

Con posterioridad vino el turno de los partidos de obediencia soberanista vasca, el PNV y Bildu, que se han convertido en la cara A y la cara B que existían en los antiguos discos de vinilo. Así, Bildu se empleó a fondo en hablar de libertad y derechos humanos, convirtiéndose en el más sanchista de los trozos del Frankenstein en construcción, en ese momento vimos cómo muchos socialistas tragaban saliva sintiendo el nudo de la soga como se estrechaba en la garganta de sus siglas.

Pero lo mas sublime fue el portavoz del PNV, que lloriqueaba sobre las palabras de Feijóo que le recordaban cómo era su declive electoral, y lo único que se le ocurrió es, como un adolescente, decir al líder popular “ya no te ajunto”, volviendo a su escaño refunfuñando, algo que puso de manifiesto que ya no queda nada de ese PNV con sentido de Estado al plegarse a ser un apéndice de su rival Bildu. Finalmente, habló el último de los trozos, en este caso un cachito, que era el BNG, siendo únicamente algo simplemente anecdótico en sus pellizcos al candidato Feijóo.

Seguramente iremos viendo durante las próximas semanas cómo se van forjando los eslabones de la cadena con que atarán a estos socialistas que a día de hoy prefieren el sillón a la dignidad

Estos discursos de los trozos en construcción del nuevo monstruo de Frankenstein fueron un anuncio de que la única libertad que van a permitir a su encadenado Sánchez es la de formar un Gobierno en libertad condicional, nada más y nada menos. Seguramente iremos viendo durante las próximas semanas cómo se van forjando los eslabones de la cadena con que atarán a estos socialistas que a día de hoy prefieren el sillón a la dignidad.

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