La anomalía democrática de la disciplina de voto
¿Alguien se acuerda de que la Constitución proclama expresamente que los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo?
La reunión del Comité Federal del PSOE en la que se ha dado el beneplácito a la amnistía por boca de Pedro Sánchez - el hombre que se presentó a sus primera elecciones en 2016 con el lema “Un sí por el cambio”, eslogan del que nadie sospechaba que era en sí mismo el resumen de todos sus futuros programas de gobierno –, y el aplauso unánime de todos los presentes, incluso de los que van por ahí haciendo el paripé de rebeldes, debería hacernos reflexionar sobre esa aberración democrática que es la disciplina de voto; esa que volverá a imponerse el día del discurso de investidura, y que, salvo excepciones muy puntuales, acata todo hijo de vecino.
Habría que recordar que la Constitución proclama expresamente que los miembros de las Cortes Generales no estarán obligados por mandato imperativo, sin embargo este artículo, el 67 para ser más exactos, se lo han pasado por el forro todas las formaciones políticas que en este país han sido y siguen siendo hasta el punto de sancionar económicamente, en el mejor de los casos, o expulsar del partido en el peor, a quien saca los pies de tiesto. Anormalidad normalizada que podría (debería) evitarse de una vez por todas mediante el voto secreto en urna cuando se traten cuestiones tan peliagudas como la de la amnistía o la formación de un gobierno.
Estarán conmigo en que lo de tener que retratarse en público cuando lo que está en juego es tu sueldo de cuatro años, los complementos, las dietas, el iPad, y un par de indemnizaciones – una para cuando se disuelve la cámara y otra para cuando les cesan su acta de diputado – es bastante disuasorio. Por otro lado, no hay líder que esté dispuesto a poner su futuro en manos de los suyos, no vaya a ser que le agüen la fiesta, así que de momento, ya podemos esperar sentados
El artículo 67 de la Constitución se lo han pasado por el forro todas las formaciones políticas que en este país han sido
Otra solución sería hacer del defecto virtud y llevar el amén colectivo a su máximo exponente: que cada partido elija a un único representante en el Congreso que este ejerza con el número de votos equivalente a los escaños obtenidos. El resultado sería el mismo pero con un ahorro extraordinario para los contribuyentes que ya no tendríamos que pagar el sueldo de cuatro años, los complementos, las dietas, el iPad, y el correspondiente par de indemnizaciones a 339 Tancredos que hoy por hoy se limitan a acatar lo que les manden aunque les repugne. Claro, que a ver quién es el guapo que se atreve.
El próximo martes, la Princesa de Asturias jurará la Constitución con escaños vacíos impuestos, presencias obligadas y el aplauso y los discursos de un presidente del Gobierno que se acaba de cargar de un plumazo el artículo 1, el que habla de la igualdad entre españoles, y el 97, el que proclama la separación de poderes. Si a eso le sumamos el antes mencionado sobre la prohibición del mandato imperativo, a lo que asistiremos el día 31 es a la jura de una Carta Magna que esta perdiendo magnitud a chorros y que, visto lo visto, va camino de convertirse en un simple souvenir para los que sientan morriña de aquellos tiempos en los que, por una vez, conseguimos ponernos todos de acuerdo.