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El PSOE con el "alma en un puño": Sánchez deforma la realidad para sobrevivir

Cada vez hay más altos cargos socialistas y gubernamentales que admiten su preocupación ante la inquietante evolución de los acontecimientos.

Los españoles de a pie se rebelan contra la amnistía.

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Las concentraciones contra Pedro Sánchez no solo escenifican una rebelión frente a su operación contra el orden constitucional sino que deja en evidencia su desvergüenza. Criminalizar a los españoles, incluso gaseándolos, consolida el deterioro de la convivencia.

Y está por ver todavía a dónde nos lleva que Sánchez supere con creces el umbral máximo de sus cesiones a los eufóricos separatistas. La necesidad del presidente ha elevado a Carles Puigdemont a la categoría de árbitro de la gobernabilidad del país.

Ante esa estampa, la pretensión oficial es simple: insultar al PP para tapar unos tratos cuya tardanza en cerrar ya ha llenado de inquietud las filas del PSOE. El desgaste acumulado estos días es enorme.

Sánchez representa como nadie la propaganda y la mentira, pero también encarna la agonía de sus siglas ante las exigencias de Junts. La presión interna empieza a ser grande. Hay altos cargos socialistas que admiten su preocupación ante la evolución de los acontecimientos.

La sala de máquinas socialista proclama a los cuatro vientos que, pese a todos los obstáculos, siguen adelante y Pedro Sánchez alcanzará la investidura. Ya los hay en el mismo entorno presidencial que alejan la fecha a la próxima semana.

Y es que el secretario de Organización, Santos Cerdán, ha sumado horas de alquiler de una sala del exclusivo hotel Sofitel de Bruselas para la firma de un acuerdo con el que Puigdemont desea blindar a sus corruptos con la ley de amnistía.

Santos Cerdán (PSOE) y Óscar López (Moncloa): los teléfonos en el Gobierno echan humo.

La humillación ha llegado al extremo de que el fugado ex presidente de la Generalitat de Cataluña se ha negado en redondo siquiera a recibir al "número tres" del PSOE después de 72 horas instalado en la capital belga. "Nos están haciendo perder la semana", repiten agobiados dirigentes. Aun así, Cerdán alarga su estancia.

Sánchez representa como nadie la propaganda y la mentira, pero también encarna la agonía de sus siglas ante las exigencias de Junts. La presión interna empieza a ser grande.

Con el alma en un puño, la sala de máquinas socialista proclama a los cuatro vientos que, pese a todos los obstáculos, siguen adelante y Pedro Sánchez alcanzará la investidura. Ya los hay en el mismo entorno presidencial que alejan la fecha a la próxima semana.

En la misma rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, Isabel Rodríguez enfriaba de forma notable todas las expectativas generadas en torno a una inminente reelección de su jefe. "Desearíamos en una próxima legislatura - subrayaba con gesto serio - si es que sigue adelante la investidura, poder abordar" la renovación del Consejo General del Poder Judicial. El Congreso, en cualquier caso, mantiene habilitados, hasta el 27 de noviembre, todos los días, incluidos festivos.

Sánchez está quedando cada vez aún más delatado. Lo que las elecciones generales no le concedieron lo negocia sin luz ni taquígrafos con toda suerte de claudicaciones. Y ello a pesar de llevar al Estado de derecho a un inimaginable test de estrés. Eso es lo de menos ante el concepto del poder que tiene Sánchez. A estas alturas ya nadie puede llevarse a engaño.