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Pedro Sánchez, el presidente que no puede salir a la calle y avergüenza a España

Pudo palpar en sus propias carnes el descontento de buena parte de la sociedad. No es agradable ver a tu país así, pero servirá para que muchos se pregunten qué está pasando en España

Pedro Sánchez, ayer, en Málaga

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Pedro Sánchez pudo palpar en sus propias carnes este viernes en Málaga el descontento de buena parte de la sociedad española que no concibe que alguien pueda vender la dignidad de la nación por un puñado de votos para seguir en el poder. La multitud enfurecida cercó el edifico donde se reunió nada menos que con el canciller alemán, Olaf Scholz. Tres horas tuvo que esperar Sánchez para poder salir de allí con unas mínimas garantías de seguridad.

Las imágenes van a dar la vuelta al mundo, es evidente. No es agradable ver a tu país en esta tesitura, pero va a servir para que muchos se pregunten qué está pasando en España, qué está haciendo el Gobierno que ha encrespado los ánimos de la gente hasta este extremo. La respuesta es fácil. Está comprando unos votos a un prófugo de la justicia a cambio de una amnistía a los dueños de esos votos y unas cuantas cesiones más para mantenerse en el poder. Esa es la única realidad, por mucho que traten de disfrazarlo de pacto por la convivencia en Cataluña. El efecto además es el inverso: está destruyendo la convivencia en el resto de España.

Ojalá lo de Malaga le haga darse cuenta de que ha medido mal, de que no todo vale, de que esta vez ha ido demasiado lejos. No es previsible que eso suceda. Sánchez será presidente del Gobierno dentro de unos pocos días, pero en el pecado llevará la penitencia. Le va a resultar muy difícil salir de la jaula de oro de la Moncloa y poner un pie en la calle. A él y a su Consejo de Compinches. Así no se puede gobernar un país. No merece la pena destruir una democracia por un puñado de votos.