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Pedro Sánchez y el fiscal general García Ortiz: que se note quién manda

En esta coyuntura, con el prófugo Carles Puigdemont marcando la pauta de las agarraderas o no del mandato del líder socialista, el contubernio del delfín de Delgado va a ser de gran eficacia

Pedro Sánchez y el fiscal general del Estado

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La continuidad ratificada por el Consejo de Ministros de este martes de Álvaro García Ortiz al frente de la Fiscalía General del Estado es un síntoma más del consabido proceso de intenciones de Pedro Sánchez. El presidente, con sus tentáculos, quiere controlar todas las instituciones y, particularmente, el poder judicial.

Nada le ha importado que García Ortiz arrastre el varapalo hace una semana del Tribunal Supremo por promocionar a su antecesora, Dolores Delgado, de fiscal rasa a fiscal de sala sin tener los méritos para el ascenso. Aquí todo vale si es el Gobierno progresista quien lo hace.

Me consta por compañeros suyos, García Ortiz siempre ha buscado la seguridad de recibir la bendición del Consejo de Ministros. De eso se trata, mientras actúe al gusto presidencial nada puede pasarle. Ni más ni menos.

Sánchez y, por extensión, su brazo "triturador", el nuevo biministro de la Presidencia y de Justicia, Félix Bolaños, no han tenido ningún reparo ético y, siquiera estético, de situar al frente del Ministerio Fiscal a alguien siempre disponible dispuesto a obedecer las órdenes que llegan desde La Moncloa.

García Órtiz y su mentora, Dolores Delgado, ambos vapuleados por sentencia del Supremo.

Y es que, me consta por compañeros suyos, García Ortiz siempre ha buscado la seguridad de recibir la bendición del Consejo de Ministros. De eso se trata, mientras actúe al gusto presidencial nada puede pasarle. Ni más ni menos.

En esta coyuntura, con el prófugo Carles Puigdemont marcando la pauta de las agarraderas o no del mandato de Sánchez, el contubernio con García Ortiz va a ser de gran eficacia.

Las alarmas saltan en La Moncloa ante cualquier movimientos en la Justicia que afecte a los planes de Sánchez. Franqueada cualquier raya roja, el círculo presidencial gusta hablar incluso del "aparato de la derecha" o de intentos de cuestionar la legitimidad de su acción.

Sánchez y, por extensión, su brazo "triturador", el nuevo biministro de la Presidencia y de Justicia, no han tenido ningún reparo ético y, siquiera estético, de situar al frente del Ministerio Fiscal a alguien siempre disponible dispuesto a obedecer las órdenes

Con ese envoltorio, en realidad, cuestiona dicho sea en corto y por derecho la falta de obediencia de cualquier instancia política, jurídica y social a las necesidades del mandatario socialista de atar el respaldo de los independentistas durante la actual Legislatura.

De ahí precisamente que sea tan obscena la continuidad en el cargo de un fiscal general del Estado vapuleado por el alto tribunal. Pero lo que se busca, claro, es asegurar con su contribución la supervivencia del tinglado sanchista. De entrada, negando a sus subordinados que amparen a jueces dispuestos a dar pasos al frente contra el desaguisado de la ley de amnistía.

El presidente tiene prisa en blindarse para resistir toda suerte de embates, incluida la de unos españoles alarmados ante tanto callejón sin salida a los que lleva la temeridad que distingue a Sánchez. Son las cosas de ejercer el poder sin medida.