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El Sánchez más disparatado sobrevive a costa de destruir España

El Gobierno no sabía que esa misma tarde iba a ceder la inmigración a Cataluña, nada más y nada menos. La decisión tiene un calado tremendo, pero Sánchez la tomó con ligereza que asusta

Pedro Sánchez

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El miércoles por la mañana el Gobierno no sabía que esa tarde iba a ceder las competencias de inmigración a Cataluña, nada más y nada menos. La decisión tiene un calado tremendo por las implicaciones que conlleva, pero Pedro Sánchez la tomó con una facilidad y una ligereza que asustan. Sus negociadores fueron “cediendo y cediendo” según avanzaban las manillas del reloj hacia la hora límite y al final a Junts, con un impensable botín en la buchaca, le compensó dejar que los decretos vieran la luz.

Tanto es así que, al día siguiente, por la mañana, el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, en una entrevista en la cadena progubernamental TVE afirmó con total naturalidad que antes había un conflicto en Cataluña y ahora se habla con los independentistas “del IVA del aceite de oliva y de inmigración”. Las dos cuestiones al mismo nivel. Esa es la inconsciencia del Gobierno que no sabe las consecuencias de ceder la inmigración a un territorio o hace como que no lo sabe o simplemente le da igual.

Una comunidad autónoma no puede tener las competencias de inmigración. No solo es inconstitucional sino que es un disparate en sí mismo. La región que controle sus fronteras se convierte en la práctica en un país independiente. Es el colmo de la insolidaridad y del agravio comparativo hacia los demás territorios españoles.

Lo peor de todo es cómo lo justifica el Gobierno: merecen la pena las cesiones para aprobar medidas para la gente. En otras palabras, el fin justifica los medios. Es la misma lógica, “hacer de la necesidad virtud”, con la que Sánchez defiende la aprobación de la amnistía a cambio de tener lo que él llama un “Gobierno progresista”.

Ante esa forma de razonar, sanchismo en estado puro, no cabe otra posibilidad más que echarse a temblar. El presidente del Gobierno ha demostrado que no hay límites ni líneas rojas que no esté dispuesto a cruzar. Carles Puigdemont lo sabe y lo va a aprovechar al máximo. Es muy difícil respetar a un Gobierno así.