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El Gobierno ‘soluciona’ la crisis migratoria con insultos a Ayuso

Si no se acepta la ola migratoria y se zanja el problema negándolo e insultando al que lo denuncia, es imposible hacer un diagnóstico adecuado y tomar medidas en consecuencia

Isabel Díaz Ayuso

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En los últimos días, la Comunidad de Madrid está siendo escenario de una crisis migratoria con epicentro en el aeropuerto de Barajas y en Alcalá de Henares. Centenares de inmigrantes llegan a Madrid en vuelos ‘trampa’ procedentes de diversos países de África y con un destino fuera de la UE, pero con escala en Madrid. Decenas de inmigrantes aprovechan ese tránsito por el aeropuerto para deshacerse de su documentación y pedir asilo en España. El Gobierno los hacina en salas del aeropuerto, algunos se fugan y a los que no lo consiguen los va repartiendo después donde puede y como puede.

Uno de esos lugares es el Centro de Acogida de Alcalá de Henares. Allí, según ha denunciado la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, ya ha habido reyertas, peleas y un brote de sarna. Además, la Policía ha recibido dos denuncias por intentos de agresión sexual a dos mujeres por parte de un varón de raza negra.

Esa denuncia de Ayuso, acompañada de la queja sobre la falta de coordinación del Gobierno central con las comunidades autónomas, le ha servido para recibir insultos por parte del Ejecutivo. El delegado del Gobierno en Madrid le ha llamado “mentirosa” -a pesar de los hechos denunciados están comprobados y están siendo investigados- y la ministra de Igualdad le ha calificado de “racista” por, supuestamente, equiparar inmigración con delincuencia.

Es evidente que no todos los inmigrantes son delincuentes, lo que no quiere decir que no haya delincuentes entre ellos y que no se pueda denunciar la existencia de actos violentos o delictivos. La realidad es que no sabemos quién entra por nuestras fronteras: ni su nombre real en muchos casos, ni su pasado, ni su expediente ante la ley, ni nada de nada. Es normal que en esas oleadas y en esas condiciones se cuelen delincuentes o incluso yihadistas que aprovechan el caos para entrar en Europa. De hecho ha ocurrido y va a seguir ocurriendo.

Además, está el problema añadido de la integración. El Islam, al menos tal y como se interpreta y practica en la inmensa mayoría de países musulmanes, no cree en la igualdad entre hombres y mujeres; la democracia es un sistema de gobierno incompatible con la Sharía y para millones de musulmanes todos los que no practiquen su religión son infieles. Eso, guste o no, hace muy difícil que personas criadas y educadas en esas sociedades puedan integrarse en Europa. Llegan aquí, forman muchas veces sus propios guetos y viven ahí, hasta donde pueden, al margen de nuestras normas y costumbres.

Si no se acepta esa realidad y se zanja el problema negándolo e insultando al que lo denuncia, es imposible hacer un diagnóstico adecuado y tomar medidas en consecuencia. El Gobierno actúa exactamente de esa forma: se pone una venda en los ojos, hace frente como puede -cada vez peor- a la entrada ilegal de inmigrantes, se lo oculta hasta el final a las comunidades que van a recibirlos y cruza los dedos para que no se generen demasiados problemas. Y al que lo critica, lo trata de neutralizar llamándole xenófobo, mentiroso, racista o islamófobo. Mal vamos.