Dos vicepresidentas que retratan al Gobierno: ‘lawfare’ y ataques personales
A María Jesús Montero debería destituirla Pedro Sánchez y Teresa Ribera tendría que dimitir antes de que la echen. No ocurrirá, los insultos y el ataque es parte de la estrategia
En tres días, la vicepresidenta primera, María Jesús Montero y la tercera, Teresa Ribera, han ofrecido un espectáculo lamentable que retrata al Gobierno a la perfección. Una con insultos a sus oponentes políticos más propios de una arrabalera que de la número dos del Ejecutivo, y la otra con intolerables acusaciones a un juez que firmaría sin pestañear el delincuente prófugo Puigdemont.
Los insultos de Montero a la apariencia física, haciendo sorna de las gafas y la calvicie del portavoz del PP en el Congreso, Miguel Tellado, son intolerables. Es evidente que si alteramos el orden de los protagonistas, es el popular el que se refiere a la apariencia física de la socialista, tendríamos sobre la mesa titulares despiadados aludiendo al machismo del personaje y a la reducción de la mujer a su físico. Estamos en una sociedad en la que los insultos de un hombre a una mujer parecen más graves que los de una mujer a un hombre. La realidad es que es lo mismo y así debería ser juzgado socialmente.
El segundo episodio, en realidad el primero si lo vemos desde el punto de vista cronológico, es sin duda el más grave. Teresa Ribera, la ministra que quiere enfriar el planeta, puso al rojo vivo la tensión política que vive España. En unas declaraciones más propias de cualquiera de los socios separatistas de Pedro Sánchez que de una vicepresidenta del Gobierno, Ribera acusó al juez de la Audiencia Nacional, García Castellón, de lawfare, que no es otra cosa más que de prevaricación por motivaciones políticas.
Según dijo, el juez tiene “querencia por pronunciarse siempre en una misma dirección y en un momento particularmente oportuno”, es decir, que favorece al PP o perjudica al Gobierno y que lo hace cuando mejor le viene al PP o peor le viene al Gobierno.
Es verdad que en estos momentos esta y cualquier otra resolución de los jueces contra los socios separatistas de Sánchez le vienen fatal al Gobierno. Son palos en las ruedas a la ley de amnistía, vital para la supervivencia política del presidente y su Consejo de Ministros. Sin embargo, eso no justifica que la vicepresidenta tercera se eche al monte, asuma los argumentos de los enemigos de España y propine un golpe a la separación de poderes que obligó al CGPJ a publicar un duro comunicado de condena.
A María Jesús Montero debería destituirla Pedro Sánchez y Teresa Ribera tendría que dimitir antes de que la echen. No va a ocurrir, desde luego, porque los insultos de una y el ataque de otra al juez responden a la estrategia de un Pedro Sánchez que ha emprendido una huida hacia adelante a la desesperada. Quizás, pensarán en Moncloa, se han excedido un poco, pero simplemente porque cuando se ordena atacar alguno se puede pasar de la raya. ¡Gajes del oficio!