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Eugenio Narbaiza

Goyo Ordóñez, "in memoriam"

Hace 29 años Gregorio Ordóñez fue asesinado por ETA en vísperas de las elecciones municipales de San Sebastián mientras comía en la Parte Vieja de la ciudad con sus compañeros de partido.

Gregorio Ordóñez, político de Alianza Popular y Partido Popular asesinado por la banda terrorista ETA el 23 de enero de 1995.

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Eran las tres y media de la tarde del 23 de enero de 1995 y yo me encontraba en casa víctima de un catarrazo tremendo derivado de disfrutar de la tamborrada donostiarra. Además de ser una fiesta preciosa, estábamos contentos porque teníamos la seguridad de que al año siguiente sería Gregorio Ordóñez quien izaría la bandera de San Sebastián como alcalde de la 'Bella Easo'.

De pronto, la puerta de mi casa empieza a ser aporreada por mi vecina Gene quien, muy alterada, toca el timbre y golpea con insistencia con sus nudillos hasta que le abro y me dice: "Eugenio, Eugenio, estaba recogiendo la cocina y tenía puesta la radio. Han matado en el Bar La Cepa a tu amigo Goyo Ordóñez". Un escalofrío recorrió mi cuerpo y mi mente entró en shock: yo tenía que haber estado en esa comida y no asistí por culpa del catarro.

Me duche de inmediato, dirigiéndome desde Bilbao a San Sebastián, recorrido que apenas se tardan 45 minutos y que puedo asegurar que fue uno de los más largos de mi vida. En ese tiempo mi mente me trasladaba a todas las vivencias que habíamos vivido juntos, tanto políticas como personales en nuestra intensa relación política y de amistad, colaborando para defender la españolidad de las tierras vascas, desde un proyecto de centro derecha primero en el AP y después en el Partido Popular.

Cuando llegué a San Sebastián, a las puertas de su capilla ardiente, me abracé llorando a mi querido y casi padre político José Eugenio Azpiroz, dándonos un beso de cariño y de consuelo. Posteriormente, en la entrada, me encontré con dos personas que conocía bien y que acudieron a esta capilla: José Joaquín Martínez Sieso, presidente de Cantabria y Gonzalo Piñeiro, que luego sería alcalde de Santander.

Su funeral fue tremendo y duro. Estar allí no solo era reconocer su valía y el cariño hacia Goyo, sino la constatación de que ese acto de asesinarle por parte de las alimañas de ETA no sólo no lograría eliminarle de la política vasca, sino que le había convertido en un mito que perdura 29 años después.

Se hace difícil escoger la cantidad de vivencias que compartí con Goyo, pero quiero acordarme de una reunión que generamos en el Restaurante Kiruri en Loyola, cuna de San Ignacio, en donde convocamos a gente de Azcoitia y Azpeitia con el fin de presentar listas electorales. Era de vital importancia presentar listas en esa zona de Guipúzcoa y conseguir representación dado que, además de ser poblaciones destacadas, Azcoitia -concretamente mi pueblo- era también el lugar de nacimiento de dos líderes del PNV: Román Sudupe y Xabier Arzallus, ambos presidentes de la formación.

Entre esas personas estaba Pilar Elías, esposa de Ramón Baglietto -“tía Pilarchin” para mí- y cuya vida cambiaría mucho a partir de entonces ya que sacó cerca de 800 votos y se convirtió en concejal, además de viuda de víctima del terrorismo etarra. Recuerdo aquella campaña con cariño porque Goyo, José Eugenio Azpiroz y yo, recorrimos muchos pueblos de Guipúzcoa, en dónde yo -que hablo vasco desde la cuna- contábamos nuestra manera de ver la vida, de hacer política y en definitiva en representar a quienes amamos a España. Quizás algo que definía a Goyo era su carácter abierto y amigable pero decidido a defender sus ideas con agilidad e insistencia a la vez que firmeza.

Era tan inteligente que en una ocasión -justo cuando estaba acompañado de periodistas madrileños- Miguel Platón y yo le estábamos haciendo un reportaje sobre él y en donde nos adentrábamos en la circunstancia de que en el País Vasco en ese momento “SOLO SE ATREVEN LOS JÓVENES A DEFENDER ESPAÑA” de su mano y guiados por él. Nos encontramos en la calle con Juan Marí Bandrés, abogado y líder de EE. Tras saludarse con un abrazo y después de desearle mutua suerte en esas elecciones, se intercambiaron trípticos electorales e incluso se hicieron una foto para los periodistas que acompañábamos a Goyo.

Goyo era un gran vendaval de aire fresco que había surgido en la política vasca. Fue encontrado por un grande de la política como José Eugenio Azpiroz. Con su decisión, capacidad comunicativa y sobre todo con una seguridad de tal calibre que destruyó el miedo a estar en política que tenía una parte importante de la sociedad vasca que se sentía española y que se escondía en casa por miedo a ser señalado. Eran tales sus convicciones democráticas que incluso condenó el asesinato de miembros de la Mesa Nacional de Herri Batasuna en Madrid a pesar de ser quienes ostentaban el canallesco mérito de ser el brazo político de ETA.

Veintinueve años después aquellos que estuvimos con él y cerca de él mantenemos con fortaleza eso que se empezó a llamar “el espíritu de Ordoñez” y que nos marcó de por vida. No hay nacionalismo que nos doblegue ni moderación que nos amilane porque tuvimos al mejor profesor de “defensa de la libertad y amor a España”.

Goyo, te quiero, te necesito en mente y alma para seguir luchando por lo que creíamos y creemos, así que danos fuerza desde ese cielo que tienes muy bien ganado. Por último Goyo dejó en este mundo esposa, hermana e hijo Javier. Javi, qué gran suerte tienes de ser el hijo “del mito de la libertad en el P. Vasco”.

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