El ‘sanchismo’ y la ‘fachosfera’: la falta de respeto al ciudadano
El presidente nos vende que ha emprendido una cruzada laica que en realidad es una estrategia para intentar perpetuarse en el poder: librar a España del auge de la extrema derecha
Pedro Sánchez reivindica “la templanza como forma de hacer política” y acto seguido, en la misma entrevista, se refiere a media España como la ‘fachosfera’. Los insultos son a la templanza como la amnistía al Estado de Derecho, como el presidente del Gobierno a la verdad. El maestro de la crispación y la división se permite el lujo de dar lecciones de templanza.
La ‘fachosfera’ tiene alrededor un muro, el muro ideológico que el propio Sánchez prometió levantar para dejar detrás a los que no piensan como él. Todo aquel que se le opone es facha y debe ser aislado. A un lado el PSOE y sus aliados, entre ellos Sumar y todos los enemigos de la Constitución y sus respectivos votantes.
Al otro, en el universo facha, el resto de la población: el PP y Vox y los once millones de españoles que les han votado; los jueces que no se pliegan al guion que ha escrito Sánchez; Felipe González, Alfonso Guerra y el resto de socialistas del ‘antiguo Testamento’ que se oponen a la deriva del PSOE, entre otros muchos; los periodistas molestos y todo aquel que desafíe el discurso oficial.
Sánchez nos vende que ha emprendido una cruzada laica que en realidad es una estrategia para intentar perpetuarse en el poder: librar a España del auge de la extrema derecha. Esa frase mágica lo justifica todo. Es la coartada que utiliza para pactar con Junts, con ERC y con Bildu, para concederles la amnistía y todo lo demás. “Al menos no gobierna la derecha con la extrema derecha”, justifican los socialistas.
Dentro de esa receta de aislar a los disidentes, la recién estrenada portavoz del PSOE, la burgalesa Esther Peña, se ha permitido el lujo de llamar “libertadores de domingo y banderita” a las decenas de miles de ciudadanos que se manifestaron contra la amnistía y contra Sánchez este pasado domingo en la plaza de España de Madrid.
Esos a los que descalifica son los que le pagan el sueldo con sus impuestos -altísimos por cierto-, a los que representa como diputada y a los que se debe. Esther Peña está al servicio de los ciudadanos. No puede insultarlos aunque no le guste lo que hagan, no es quién para menospreciarlos. Tampoco es de recibo que lo haga su jefe, Pedro Sánchez, al que le gustaría coger a los 70.000 ciudadanos de la manifestación del PP y colocarlos detrás del muro que separa a los progresistas como él de la ‘fachosfera’.