La “fachosfera” en tractor
Demasiados creen que para salvar el Planeta hay que acabar con la agricultura y la ganadería. Estos sapiens afirman, sin sonrojarse, que los que viven del campo son los enemigos del medio ambiente y les culpan del cambio climático y de la muerte de Manolete. Son fanáticos ecologistas cuya experiencia con lo rural es pasear al perro por El Retiro los domingos. Pero, ojo, la tontería en estos días tiene un poder absoluto. Y, además, está muy bien retribuida con el dinero de todos. Estos lobbies viven a cuerpo de rey a cuenta de los Presupuestos y tienen enorme influencia política.
Así, por ejemplo, vemos cómo se ponen condiciones sanitarias a nuestros agricultores y ganaderos cada vez más insoportables. Se excusan para hacerlo en la salud de los ciudadanos europeos. Pero, luego, se permite importar de fuera de Europa productos que no han tenido esas estrictas y caras normas para que los comamos sin restricciones. Una competencia desleal que arruina nuestro campo.
Pero, no sólo esto. También -y en esto todos tenemos culpa- nos hemos acostumbrado a acudir a grandes superficies para comprar cada día más barato. Lo que se paga es lo que importa a la hora de llevarnos algo a casa. Las “marcas blancas” triunfan. Y ese comportamiento low cost hace que se apriete a cada eslabón de la cadena para tirar hacia abajo del precio, hasta que se llega al final, donde lo único que queda es vender a pérdidas. Así se va arruinando paulatinamente el sector primario.
Pues bien, la rebelión de los tractores, de la gente del campo con chaleco amarillo, ya está aquí. Podemos, como está haciendo el Gobierno, insultarles y creer que hacen política al servicio de la ultraderecha…. Sería absurdo. También se les puede regalar grandes palabras para después no cumplir nada de lo prometido, como siempre se hace.
Sin embargo, considero que estamos ante padres y madres de familias desesperadas que salen a luchar por la comida de sus hijos y piden, sencillamente, que les dejen ganarse la vida honradamente pero sin cadenas que les lastran. Escucharles atentamente no sería malo para nadie.
A.M. BEAUMONT