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El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska.

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Hay casi unanimidad en pedir que Fernando Grande-Marlaska dimita. Igualmente, reina el mayor consenso en que no lo hará. El asesinato de dos guardias civiles en Barbate es la última página cruel e indigna en la hoja de servicios de un ministro de Interior que hace mucho ya no debería estar en ese cargo. Sin duda.

Por desgracia, ni quien fue en otro tiempo juez de la Audiencia Nacional, ni quien lo llevó hasta el Consejo de Ministros, Pedro Sánchez, están por la labor de poner fin a una labor cargada de despotismo, controversia, negligencia y llena de sospechas. Es un ministro reprobado por el Congreso.

No sería necesario recordar ahora el escándalo del cese político en la Comandancia de Madrid del coronel Diego Pérez de los Cobos. Ni cómo luego el Tribunal Supremo anuló tal decisión, tomada como represalia al negarse el guardia civil a dar información a los mandos ministeriales, puesto existía el mandato de un juez de guardar discreción. Marlaska demostró en este otro capítulo indigno de su carrera política un sectarismo prepotente incompatible con su cargo.

Y qué decir de su actuación en la valla de Melilla en 2022, un drama humano del que todavía se desconoce cuántas personas realmente perdieron la vida. O la ilegal “devolución en caliente” de menores de Ceuta a Marruecos en 2021 y que el Supremo juzgó como “inobservancia” de la Ley de Extranjería. O del descontrol en el Aeropuerto de Barajas con inmigrantes hacinados en espera de obtener asilo.

Sánchez llegó a La Moncloa y se fue a recibir a Valencia el barco Aquarius para mostrar la humanidad de su “Gobierno bonito” y, cinco años después, trata como mercancía incómoda a los migrantes.

Sólo por estos casos anteriores hace mucho que Grande-Marlaska debió dejar su cartera ministerial. Las razones por las que no dimitió, ni tampoco fue cesado por el presidente del Gobierno, seguramente, ellos dos son los únicos que lo saben. Ese espionaje por parte de una potencia extranjera a nuestro presidente y al responsable de Interior quizá tenga algo que ver.

A todo ello, ahora se suma la innecesaria pérdida de vida de dos guardias civiles luchando contra el narcotráfico con medios ridículos. Vergonzoso. Criminal. Además, fue Marlaska quien decidió cerrar el Organismo de Coordinación del Narcotráfico (OCON), porque era “caro”, dando una enorme alegría a las mafias y dejando vendidos a su suerte a los defensores de la seguridad en la lucha contra poderosísimas bandas de crimen organizado que traen la droga desde Marruecos.

Marruecos, espías, teléfonos, cierre de unidades antidroga, mafias, crimen organizado internacional… ¡Vaya cóctel! A.M.BEAUMONT