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Ábalos le echa un pulso a Sánchez ¿Y ahora qué, presidente?

Nadie parece estar en condiciones de obligar al ex ministro a dimitir y mantiene un desafío que complica la situación al PSOE y al Gobierno, aunque su salida no finiquita el escándalo

José Luis Ábalos

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El ex ministro de transporte, José Luis Ábalos, no tiene intención alguna de dimitir. Parece que nadie en el gobierno es capaz de conseguir que dimita a pesar de que públicamente así se lo han sugerido tanto la vicepresidenta, María Jesús Montero, como el presidente, Pedro Sánchez. Nadie parece estar en condiciones de obligarle y él mantiene un desafío que complica la situación al PSOE y al Gobierno.

Estamos ante un caso de corrupción que afecta principalmente al ministerio que él dirigía, con su amigo y mano derecha, Koldo García, como principal implicado, pero que salpica a otras muchas administraciones: el Ministerio del Interior; la comunidad autónoma de Baleares, presidida entonces por la hoy presidenta del Congreso, Francina Armengol; la comunidad autónoma de Canarias, que tenía al frente al hoy ministro de Política Territorial, Ángel Víctor Torres, y el propio ministro de Transporte, Óscar Puente, que mantiene en plantilla a personas que podrían estar implicadas en la trama.

Quedan multitud de incógnitas por esclarecer y muchos son los servidores públicos que deben dar explicaciones y que por el momento callan. Se sabe dónde y cómo ha empezado este caso, pero es difícil predecir hasta dónde puede llegar la mancha de la corrupción. Sánchez, preocupado, trata de poner un cortafuegos en José Luis Ábalos, pero él se resiste a abandonar su escaño. Si nadie asume responsabilidades políticas, el gobierno se va a tener que enfrentar a un tsunami de críticas, porque no es de recibo que nadie pague el pato de algo que sucedía en el seno del Gobierno, ante los ojos del ministro más afín a Pedro Sánchez y que afectaba a otros ministerios y administraciones gobernadas por socialistas.

Si bien es cierto que la dimisión de Ábalos no finiquitaría el caso, al menos Pedro Sánchez podría argumentar que ya se han asumido las responsabilidades políticas que parece evidente que alguien tiene que asumir. Sería una forma de calmar las aguas y tratar de contener un problema que amenaza seriamente la estabilidad del gobierno.

Y es que este asunto de corrupción le llega a Pedro Sánchez en el momento de mayor debilidad de todo su mandato. A la ley de amnistía encallada en el congreso, al fracaso electoral cosechado en Galicia y a la predicción de otro batacazo en las elecciones vascas, se suma ahora este asunto que, según pasan las horas, se complica, muestra más aristas y salen a la luz más detalles escabrosos que amenazan con convertirlo en el culebrón que amargue definitivamente la presidencia de Pedro Sánchez.

Hasta la fecha Pedro Sánchez no ha dado más explicación que acusar con el dedo a un particular, el hermano de la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a pesar de tener perfecto conocimiento de que quedó exonerado por la fiscalía española y por la europea. Un intento indigno y miserable del presidente del Gobierno de embarrar el terreno de juego. Lo que tiene que hacer es explicar qué pasó y depurar responsabilidades. Quizás Ábalos sabe demasiado.