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La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

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La campaña feroz que sufre Isabel Díaz Ayuso por parte de la izquierda, más que política es personal. Además, cada día aparecen nuevas muestras que hasta hace muy poco hubiésemos considerado increíbles. La figura de la presidenta de Madrid se deshumaniza con tal saña que se la convierte meramente en “enemiga” a liquidar. Tal salto cualitativo en el debate público pone en riesgo su propia integridad física. Y no exagero.

Hoy, por ejemplo, nos encontramos con una denuncia por apostar periodistas a la puerta de su casa y acosar a sus vecinos, niños incluidos; también con que dos encapuchados han tratado de allanar su vivienda, aunque fueron frenados por el portero de la finca. Son usos mafiosas contra una mujer política.

Las prácticas ilegales que sufre la presidenta madrileña deben ser investigadas con rigor. Ya sea el acoso a ella misma, a familiares y amigos o utilizar las instituciones para agujerear su figura con filtraciones inexplicadas. No se puede mirar hacia otro lado y, luego, cuando la exaltación se desate y algún fanático cegado por el odio vaya un paso más allá, echarnos las manos a la cabeza.

Ciertamente, a la lideresa madrileña del PP es difícil amedrentarla, aunque todo tiene un límite. El delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Martín, debe dejar de comportarse como fervoroso 'sanchista' y cumplir con su misión: ser intransigente con aquellos que no respetan las normas sacrosantas que deben regir en una democracia.

Ayuso es la presidenta de Madrid porque ha sido elegida en las urnas por una inmensa mayoría de sus habitantes. Las ofensas, el régimen de temor que algunos desean implantar como prácticas políticas normales contra ella y los que están en su cercanía, no tienen pase alguno. Insisto son métodos mafiosos impropios en un Estado de Derecho y en un país como España donde siempre ha primado la tolerancia sean cuales sean las ideas que defienda cada uno.

Twittear como el ministro Óscar Puente, de forma grosera y machista, contra Ayuso, utilizando a su novio, no es un entretenimiento más para hooligans. Nada de eso. Rebasa una línea que nunca un político de su altura debería ni rozar.

Isabel Díaz Ayuso no es un diablo contra el que sus oponentes pueden cargar con todo. No vale todo.

Una democracia seria no puede mirar hacia otro lado cuando cualquiera de sus representantes públicos es envuelto en campañas feroces que vulneran los derechos que la leyes nos otorgan por ser miembros de una Comunidad de personas libres. A.M.BEAUMONT