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La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y la mujer de Pedro Sánchez, Begoña Gómez.

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Si observamos la política hoy, nuestro país es un patio de macarras. No es posible caer tan bajo en tan poco tiempo, pero así ha sido. Cosas de la “nueva política”. Una desgracia que se paga muy cara. Ya no hay debates políticos, todo es una pelea barriobajera de gallos entre los que insultan y los que gritan más. ¿Argumentos? Ninguno. ¿Reconciliación? Cada día más divididos y enfrentados.

El ruido, las campañas de distracción para esquivar que la gente se fije en lo realmente importante, los relatos elaborados por expertos guionistas de argumentarios partidistas, la propaganda más soez, la ocupación sectaria de las instituciones públicas, la intimidación convirtiendo al distinto en “enemigo”, en definitiva, un ambiente insoportable que invita a las personas sensatas a “apagar” para no morir con el petardeo ensordecedor.

El cuadro de Goya representando las dos Españas a garrotazos es una foto perfecta de nuestra actualidad política. Por suerte, muy alejada de la vida cotidiana entre españoles en total sintonía, hartos de tanto marketing político lleno de colores chillones.

En las casas, entre padres e hijos, en las empresas, en los bares, en nuestros lugares de ocio, juntos, estamos ciudadanos de todos los pelajes ideológicos, del Madrid, Barça o del Atlético, católicos, ateos y agnósticos, de derechas e izquierdas, madrileños, vascos, andaluces o catalanes, pero que somos capaces de hablar, discutir incluso, defender lo nuestro, sin menospreciar a quien tenemos al lado, porque nos unen con él más cosas que las que nos separan. Esa lección de realidad social debería verla nuestra política y aplicarse la lección. A.M.BEAUMONT