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Sánchez y Begoña Gómez esconden sus explicaciones bajo el colchón de Moncloa

por mucho que se empeñe el presidente, Ayuso no tapa a la ‘Koldotrama’ y a medida que el escándalo crece, se hacen necesarias aclaraciones de lo que ocurría en el Gobierno y en el PSOE

Begoña Gómez y Pedro Sánchez

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A Pedro Sánchez y a su mujer, Begoña Gómez, se les amontonan las explicaciones. De momento, como antiguamente los ahorros, las guardan bajo el colchón de la Moncloa, ese que compraron nuevo con urgencia nada más llegar a la residencia oficial.

El silencio no puede ser eterno y el olvido no entra en los planes de nadie, más que en los del PSOE. Pero eso no va a suceder. La instrucción judicial avanza, aunque parezca que no. Es como una serpiente, silenciosa y camuflada. Nadie la ve hasta que lanza un rápido ataque con sus colmillos. A Ábalos le mordió y ha pasado a mejor vida política.

La serpiente acecha a la presidenta del Congreso, Francina Armengol; al ministro Ángel Víctor Torres y al candidato del PSOE en las elecciones catalanas, Salvador Illa. Y, por supuesto, a la primera dama, Begoña Gómez. Numerosas informaciones la sitúan bajo sospecha por sus relaciones con empresarios vinculados a la trama Koldo.

La estrategia de Sánchez y su esposa hasta ahora ha sido la de hacer oídos sordos y ordenar a ministros y medios afines donde llegan sus tentáculos que no se hable del tema, que ni se mencione. Por el contrario, han fabricado un caso a la presidenta de la Comunidad de Madrid, utilizando los problemas fiscales de su novio como ariete, filtrando información fiscal de un particular y correos entre abogados y utilizando el atril de la Moncloa y del Congreso para señalar sin escrúpulos a esa persona.

Pero por mucho que se empeñe Sánchez, Ayuso no tapa a la Koldotrama y a medida que el escándalo crece, las explicaciones de lo que ocurría en su Gobierno, en su partido y en el colchón de la Moncloa se le amontonan. Tarde o temprano tendrá que darlas porque más allá de las informaciones que damos los medios hay un caso judicial que no va a poder evitar. El problema que tiene el inquilino de la Moncloa, y no menor, es que probablemente no tenga explicaciones convincentes.

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