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Pedro Sánchez y su mujer Begoña Gómez votando en las pasadas elecciones generales.

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Pedro Sánchez cuando le vienen mal dadas se aparta de los focos. Es un consumado escapista. Esta vez lo ha vuelto hacer. Cuando arrecian las informaciones que acorralan a su partido y a su esposa, ha cogido el avión oficial para irse de gira por Oriente Próximo. Se ha marchado a poner orden, nada menos, en la guerra de Gaza. Cualquier excusa sirve a nuestro presidente para evitar afrontar su calvario.

Mientras, a su espalda, ha abandonado un barco a la deriva que se hunde por el peso de la corrupción. El PSOE puede intentar poner el ventilador para esparcir porquería en su afán de hacer creer a los españoles que todos los políticos son iguales. No le va a servir de nada. Más pronto que tarde le tocará dar explicaciones. Y cuanto más tiempo pierda peor será. La Koldotrama es suya y es al socialismo a quien le corresponde abrir las ventanas para que los chorizos salgan de sus sedes.

Aunque no son solamente altos dirigentes socialistas los que cada vez están más manchados por el peso de las investigaciones. Es al propio líder a quien afecta muy directamente la ida y venida de dinero público para beneficiar amiguetes. Pedro Sánchez podrá alegar no haberse enterado de aquello que hacían personas tan cercanas a él como José Luis Ábalos o Koldo García. También encontrar cortafuegos a las raras componendas de presidentes autonómicos entonces, como Francina Armengol o Ángel Víctor Torres con la compra de mascarillas en plena pandemia a la red corrupta.

Pero, ¿cómo va a encogerse de hombros sobre lo que ha hecho Begoña Gómez? Es a su mujer a la que acribillan las sospechosas subvenciones del Estado recibidas por empresarios de su confianza que, curiosamente, financiaban los cursos de la “Primera Dama”. Ni aunque dé la vuelta al mundo el presidente del Gobierno va a evitar enfrentarse a su cruda realidad. A.M.BEAUMONT