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La boda de Almeida de bombo y platillo

Almeida con su esposa, ante el gentío que se agolpaba tras su boda

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Lo austero y privado está demodé. Creo que el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, es de corte clásico, de ahí que viendo su boda este sábado es lógico pensar que probablemente las cosas se le fueron de la mano. De cualquier forma, más de 500 convidados de postín en pleno centro de la capital, a medio día, es sinónimo de escaparate.

Ese paseíllo por la alfombra roja sin alfombra de invitados fue toda una declaración de los tiempos exhibicionistas que tanto gustan ahora a algunos políticos, empresarios y aristócratas reconvertidos en protagonistas. La democracia de audiencias manda en la clase politica.

Los medios en masa concentrados en la puerta de la Iglesia de San Francisco de Borja (Los Jesuitas), el público tras las vallas de la calle Serrano aplaudiendo y vitoreando a los que iban llegando, los 'royals' enfundados en trajes de firma (muchos carnavalescos) posando por orden para las cámaras… En fin, seguramente, todo lo contrario de lo que el natural Alcade de Madrid destila en su día a día.

No faltó de nada al evento nupcial retransmitido: hasta Carla Pereyra, mujer de Cholo Simeone, estuvo en el photocall, su marido prefirió no acudir a la puerta del templo para, con buen criterio, esquivar multitudes. También el Rey don Juan Carlos llegó desde Abu Dabi. Realeza, aristócratas, mundo empresarial, políticos y gente del colorín mezclados.

Pensé que la familia popular había aprendido lo que no se debía hacer tras la boda de la hija de Aznar, pero de nuevo las cosas (sin llegar a tanto como entonces) muestran que no se hizo una previsión realista.

Doña Sofía, al igual que Simeone, fueron la excepción. No sé si por alguna razón o porque la Reina se olió el percal, se marchó discretamente al convite en la finca Canto de la Cruz montada en su coche. Ella, sabiamente, eligió la elegante discreción frente al bullicio. A.M.BEAUMONT

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