Borrar a Otegi no borra el pasado de ETA ni el presente de Sánchez
El presidente decidió hace mucho blanquear a ETA y no le conviene que la opinión pública relacione al líder del partido heredero de la banda como su socio prioritario.
Son realmente escandalosas las informaciones que se están publicando sobre las artimañas del Ministerio del Interior para borrar referencias a Arnaldo Otegi en informes de la Guardia Civil sobre asesinatos cometidos por ETA. Escandalosas y vergonzosas.
En concreto, el Gobierno dio la orden de eliminar cualquier referencia al líder de Bildu en una investigación que le vinculaba al asesinato en 1980 de Luis María Hergueta, directivo de la empresa Michelín en Vitoria. El diario El Mundo publica además este viernes que ha sucedido lo mismo con otro informe de la Guardia Civil relativo a otro atentado, el asesinato de Juan de Dios Doval. Dos terroristas señalaron a Otegi como la persona que dio la orden, pero esas referencias se han eliminado.
Estamos ante un caso que sigue el patrón de comportamiento de Pedro Sánchez. Modificar, borrar, manipular o alterar cualquier informe, ley, normativa o resolución que sea preciso si eso redunda en algún tipo de beneficio para él. En el fondo, borrar a Otegi es lo mismo que borrar el delito de sedición del Código Penal o cambiar la ley del CGPJ dos veces para adaptarla a sus deseos o aprobar la ley de amnistía a pesar de ser inconstitucional.
Sánchez decidió hace mucho blanquear a ETA y no le conviene que la opinión pública relacione al líder del partido heredero de la banda, Arnaldo Otegi, como su socio prioritario. Recordemos que no hace mucho, el ministro Óscar Puente afirmó que Bildu es un partido “progresista democrático” como cualquier otro. El relato se desmonta dando un repaso a la biografía de Otegi, pero se vuelve inaceptable ante los ojos de cualquier ciudadano que se entere de que ese individuo tiene pendientes dos presuntos asesinatos, nada menos. Sánchez se codea, pacta e incluso entrega la alcaldía de Pamplona a un partido cuyo líder puede tener las manos manchadas de la sangre de dos inocentes por cuyos asesinatos jamás ha pagado.
Este asunto de Otegi debería llevar aparejada, como mínimo, la dimisión del ministro del Interior pero, como otras tantas veces con anterioridad, eso no va a suceder. El escándalo es más grave aún por la materia tan sensible y dolorosa a la que afecta, el terrorismo de ETA. Además pone de relieve una vez más la hipocresía de este Gobierno que se empeña en saldar cuentas de hace 80 años con el franquismo, al tiempo que hace todo lo posible por enterrar el pasado de ETA aún fresco en la memoria y el corazón de millones de españoles.