A trancas y a barrancas
Estamos ante una legislatura que puede ser definida como la de "a trancas y a barrancas", no solamente por la obsesión de Pedro Sánchez por el programa de Pablo Motos El Hormiguero, que ha provocado que con 28 millones de euros de nuestros impuestos se tenga que contraprogramar desde TVE contratando a un periodista ajeno a la plantilla de la televisión pública, sino porque desde la investidura la gestión gubernamental está encadenando semanas de larga agonía política, sin leyes productivas y sin presupuesto.
Solo la autoamnistía ha tenido el impulso legislativo necesario y ha sido aprobada en el Congreso, pero ha sido simplemente un pago para que Sánchez pueda dormir en la Moncloa y que su entorno familiar pueda seguir "captando fondos públicos", o teletrabajar desde Portugal sin problema alguno.
Según el diccionario de la RAE, "trancas y barrancas" es actuar con grandes dificultades y obstáculos, y así es como se está presentando la legislatura para Pedro Sánchez, el cual nunca imaginó, ni se lo dijeron los cientos de asesores de Moncloa con Bolaños a la cabeza, que la cuesta iba a ser tan empinada.
Aún se puede escuchar en la Cámara Baja la risotada que lanzó contra Feijóo en pleno ataque de soberbia en su investidura, cuando se vanagloriaba de poder gobernar y de dejar al líder del Partido Popular en la oposición tras comprar los 7 votos de Junts.
La realidad es que a las "dificultades y obstáculos" que se presentan día a día a Sánchez al tratar de satisfacer a la vez a la derecha nacionalista vasca, los comunistas de Sumar y Podemos, la derecha independentista y condenada catalana, la izquierda independentista y condenada catalana, la izquierda independentista y heredera de ETA, al nacionalismo de izquierdas de Galicia, se ha juntado su incapacidad para poder presentar los Presupuestos Generales del Estado incumpliendo la constitución y el propio informe encargado por María Jesús Montero a la abogacía del Estado para atacar al Senado, que afirmaba la obligación del Gobierno de presentar anualmente los presupuestos y solo prorrogarlos cuando no se pudieran aprobar. Por cierto son dignas de presenciar las caras y gestos de la vicepresidenta en los debates del Congreso que ponen de manifiesto el nerviosismo gubernamental.
Ese actuar "a trancas y a barrancas" lo estamos pagando los ciudadanos puesto que cada vez son más las alarmas rojas que planean sobre nuestra economía ante la paralización de medidas de reactivación que cada vez son más necesarias.
Así pues el Fondo Monetario Internacional ha alertado sobre las medidas de Sánchez en materia de pensiones al poner en peligro su viabilidad futura, igualmente por tener una deuda pública del 107 por ciento y un déficit público de más del 3 por ciento que nos pone en peligro ante futuras crisis que pueden desencadenarse si aumenta la intensidad de los conflictos bélicos en Ucrania y Oriente Medio. Sobre este peligro real de nuestra economía aún no se ha oído pronunciarse al desconocido y desaparecido ministro de Economía.
Seguramente de estos malos augurios económicos algún asesor monclovita responsabilizará, en los próximos días, a la "hormiga Trancas o a la hormiga Barrancas", porque el ataque al exitoso programa televisivo se ha convertido en la obsesiva y única acción política de este Gobierno en los últimos días. También será culpa de alguna de las dos hormigas televisivas el aumento de la inflación que ha provocado una auténtica devaluación de las rentas y salarios de los españoles estando la renta per cápita aún un 2,7 por ciento inferior que antes de la pandemia.
Sin duda nos intentarán explicar desde el Consejo de Ministros la responsabilidad de las hormigas en el hecho que en España haya 4.325.000 ciudadanos en situación de pobreza, el nivel más alto desde 2014, a pesar que se ha aumentado los impuestos en 63.000 millones de euros asfixiando a las clases medias y trabajadoras, lo cual ha provocado que se hayan otorgado 125.000 prestaciones más por el ingreso mínimo vital que hace un año. Por eso es un "deber nacional" acabar con ellas cueste lo que cueste.
Pedro Sánchez, en su nerviosismo, olvida que las hormigas son un símbolo de unión, trabajo en equipo, organización, paciencia y seguridad, todo lo contrario a su política de "cigarra" tan bien descrita en la fábula de Esopo. Por eso yo prefiero divertirme con “Trancas y Barrancas” en El Hormiguero, y que los 28 millones que cuesta contraprogramarlas se dediquen, por ejemplo, a luchar contra la pobreza infantil.