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Eugenio Narbaiza

Las elecciones vascas: con cambio sociológico... y sin proyecto constitucional

El PNV ha ganado unas elecciones en votos pero es desplazado a ser nuevamente el partido de Vizcaya, abandonando su liderazgo en las otras dos provincias en favor de Bildu

El candidato de Bildu a lehendakari, Pello Otxandiano, celebra junto al coordinador general de la coalición, Arnaldo Otegi, el resultado en las elecciones vascas.

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Tal y como anunciamos al inicio de la campaña electoral de las elecciones vascas y confirmado por los resultados obtenidos en las urnas, se verifica el hecho de que en el País Vasco se ha iniciado un cambio sociológico importante y decisivo de cara al futuro, en dónde los vascos pasan página de los últimos cincuenta años al transformar el mapa político que van a tener en los próximos años.

En el nacionalismo, el PNV ha ganado unas elecciones en votos y empatado en escaños con su máximo rival en la sustentación de la hegemonía vasca por apenas 29 mil votos, siendo desplazado a ser nuevamente el partido bizkaitarra, es decir, el partido de Vizcaya, abandonando su liderazgo en las otras dos provincias en favor de Bildu.

En Guipúzcoa, haber jugado a ser más batasuno que Batasuna de la mano de Joseba Eguibar, presidente de los sabinianos desde la década de los 80, ha perjudicado notablemente a las siglas jeltzales porque el PNV -ese viejo partido- no ha sabido captar el hecho que antes que a imitaciones la gente prefiere votar a un partido por ser el original y que además de hablar de los hechos reales de la sociedad ha dejado bien a las claras que ha penetrando con influencia en los núcleos rurales, en los sectores industriales. También que a través de la educación y el idioma, se ha ganado a la juventud vasca, que tiene problemas para integrarse a la vida social por problemas de vivienda, inseguridad contractual en lo laboral y sobre todo, por desconocimiento de un pasado reciente que muchos desconocen y otros quieren olvidar por ser un obstáculo hacia el futuro.

Por otro lado, en Álava, sede del gobierno y que acoge a más de 7.000 funcionarios de las otras dos provincias, la aparición de la corrupción protagonizada por personajes del PNV le ha perjudicado mucho a los sabinianos, que han demostrado estar alejados de la sociedad. Sólo Vizcaya y atendiendo a sus orígenes ha salvado de la quema a los de Andoni Ortuzar e Imanol Pradales, con 15 puntos de diferencia sobre Bildu, devolviéndole a sus orígenes fundacionales y a que ocupa casi todas las instituciones.

En cuanto a la izquierda abertzale, con quién PSOE y PNV han utilizado toneladas de detergente para su blanqueamiento político, ha iniciado una fase de transformación. Lo hace escondiendo la figura de su pasado y dejando a un Otegi que manda en la sombra, en un segundo plano. Un Otegi que una vez conseguidos Navarra y Pamplona busca sacar a sus presos de la cárceles y resolver su futuro antes de asaltar definitivamente el poder en el País Vasco en la próxima legislatura.

Nos queda hablar del Constitucionalismo y eso merece una reflexión aparte. Aunque ha subido un escaño en el caso del PP, Vox ha mantenido su escaño y el PSE ha recogido los restos de Sumar y Podemos en su ruina política, cabe decir que la parte del centro derecha del constitucionalismo ha decepcionado con apenas 96 mil votos. Son mejores resultados respecto a las anteriores autonómicas, pero se ha notado la dejadez que desde hace una década han tenido las direcciones nacionales hacia su partido.

Gente en el P. Vasco sin estructura política en Vizcaya, sin dinero y capital humano en Guipúzcoa y pagando derroches económicos de anteriores que son premiados por “veranos azules”. Y lo más importante, aspirando a ser muleta de un PNV que les traicionó apoyando la moción de censura de Sánchez, por lo que usar las palabras España y acordarse de los 250 mil vascos exiliados que podrían votarles ha sido pecado o fruto del Alzheimer voluntario para no molestar.

Desastroso lo ocurrido en el P. Vasco y ahora queda Cataluña, ¿pasará igual? Me atrevería a decir que sí. La realidad del Constitucionalismo catalán está con las manos demasiado atadas para no molestar.

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