La "nota oficiosa" de Sánchez y sus consecuencias irreparables
La inaudita carta del presidente del Gobierno, que en algunos aspectos recuerda a los tiempos del franquismo, deja en el aire un futuro incierto y muchos problemas con complicada solución.
Emulando a aquellas “notas oficiosas” que a principios del siglo XX Miguel Primo de Rivera emitía a diario durante su ejercicio de poder -calificado como Dictadura- Pedro Sánchez se dirigió a los españoles este miércoles a los españoles anunciando que se tomaba cinco días para pensar en “dimitir o seguir”.
En esta “nota” Sánchez arremete contra la oposición, calificando al primer partido de España de “ultraderechista” y conspirador, hasta el punto que sus palabras recuerdan a aquellos dichos franquistas de “conspiración judeo-masónica” contra España y que, cuando se sentía atacado, el viejo dictador sacaba a la palestra para que los españoles desde la Plaza de Oriente le gritaran “No te vayas”.
A Sánchez se le han olvidado detalles como que no puede parar de ser presidente de Gobierno hasta que decida que hacer porque la ley establece que, en casos extremos, debería ceder sus funciones de presidente a la Vicepresidencia durante "ese periodo de duelo y decisión". En esto tampoco se ha dado cuenta que hasta Franco cedió la Jefatura del Estado al Rey Juan Carlos durante su enfermedad previa a su muerte.
Aunque es dudoso pensar que termine yéndose, Sánchez protagonizó este miércoles algo que un presidente del Gobierno no puede permitir. Es el hecho de que en una sesión de Control de Gobierno un socio suyo, por muy independentista que sea, calificó la actuación del tercer poder del Estado -el Poder Judicial- de sujeto activo de una “guerra sucia” contra el independentismo catalán y vuelva a hablar de “jueces franquistas” y otras lindezas contra un pilar del Estado de Derecho.
Aunque el presidente del Gobierno dijo con cara compungida que “creía en la justicia”, las acusaciones del diputado independentista en el Congreso recogidas en acta parlamentaria son una carga de profundidad a la gestión de su gobierno por no limitar la independencia judicial. Sánchez es culpable de lo que le pasa, ya que una apertura de diligencias en un juzgado sobre su mujer no debería preocuparle porque la justicia aclarará la honestidad de su esposa, pero su silencio durante estos dos meses previos a esta situación no tiene sentido ni por el cargo que ostenta ni por su reputación política. Callar a veces es otorgar y hablar claro, además de un desahogo, es una obligación de un político a los ciudadanos.
Consecuencias irreparables
Sánchez ha medido mal las consecuencias de su “nota” porque su acto le ha generado unos titulares en la prensa internacional que le cierran puertas y caminos, que le dejan unido a palabras y titulares no deseados y que de cara al futuro le será más que difícil eliminar.
Mientras tanto, los españoles asistimos perplejos a este espectáculo sabiendo que dimita o no, hasta el 29 de mayo, no se pueden convocar elecciones según la ley. Sólo cabe la posibilidad de una Moción de Confianza que ganada por mayoría simple sería un acto de adhesión a un político al estilo de “caudillo bananero” para quien jueces, prensa y democracia son los enemigos de su caprichos y fiscalizadores de sus actos.