Adiós a la Transición: Sánchez vuelve a sacar las dos Españas
Su anuncio de tomarse cinco días de reflexión para decidir si dimite o se queda ha llevado a España a la polarización y el enfrentamiento extremos.
José Luis Rodríguez Zapatero sembró la semilla del odio y la división y Pedro Sánchez la ha cultivado con fervor hasta llegar al punto en el que nos encontramos. Su anuncio de tomarse cinco días de reflexión para decidir si dimite o se queda ha llevado a España a la polarización y el enfrentamiento extremos.
Por el camino hemos asistido a toda una estrategia para enterrar la Transición: leyes de memoria histórica y memoria democrática, escrita por el lápiz de los herederos de ETA, con la intención de reabrir heridas que se cerraron por un consenso modélico tras la muerte del dictador Francisco Franco.
No han faltado los pactos con los partidos separatistas y la estrategia para aislar al PP, a media España, hasta el punto de hablar en público sin tapujos de levantar un “muro” para encerrar tras él a todos los disidentes de la doctrina oficial de la izquierda. Los consensos de la Transición se han volatilizado y Sánchez ha emprendido una alocada carrera hacia el abismo, comprando su investidura a unos delincuentes con una ley de amnistía inconstitucional que hace saltar por los aires el Estado de Derecho y la igualdad de los españoles que consagra la Constitución.
Es curioso que el principal argumento de Sánchez para excusar sus pactos con golpistas, prófugos y proetarras y justificar la aprobación esa ley de amnistía sea la reconciliación en Cataluña. Aunque así fuera de verdad, que no lo es, el precio a pagar sería el de la discordia en el resto de España. Apagar un incendio en una habitación a costa de quemar el resto de la casa.
Estos días, Sánchez ha llevado a España al límite de una forma egoísta, irresponsable y sectaria. O conmigo o contra mí. Apelando a sentimientos más que a razones ha cuestionado todo, empezando por el sistema judicial, siguiendo por la prensa libre y terminando con el papel imprescindible de la oposición en una democracia. Todo eso es la ultraderecha que le acosa y que no admite el resultado de las urnas y, por lo tanto, es el enemigo a batir.
Hemos llegado a un límite en el que muchos periodistas han salido a firmar manifiestos vergonzosos impropios en una democracia del siglo XXI. La izquierda es el credo verdadero y el que no lo admita es un hereje: a la hoguera. Así que, sea cual sea la decisión de Pedro Sánchez, habrá un claro perdedor: la democracia española surgida de la Transición. Es muy peligroso jugar con fuego y muy difícil cerrar heridas y devolver la concordia cuando se han dinamitado los puentes que unen un lado y el otro del río.