El mundo tiene tres problemas: Gaza, Ucrania y el ataque de Milei a Begoña
Agitar el avispero es la especialidad de Sánchez: amplifica el escándalo convencido de que polariza y moviliza a su electorado de cara a las elecciones europeas
El Gobierno cree que ha dado en la diana con el caso Milei y, como el perro de presa, muerde y no suelta. Es más, amplifica el escándalo convencido de que polariza y moviliza a su electorado de cara a las elecciones europeas. Agitar el avispero es la especialidad de Sánchez que cuenta además con la tremenda potencia de fuego de sus medios amigos y los medios públicos a su servicio para amplificar la noticia y modelarla a su gusto.
Por ejemplo, TVE dedicó 20 minutos, 20, al tema Milei en el Telediario. Probablemente más que al conflicto entre Israel y Hamás y muchísimo más con toda seguridad que a la guerra en Ucrania. Al parecer, las tribulaciones de Sánchez son el tema más importante del momento, muy por encima de los demás.
Entre unos y otros nos presentan el ataque de Javier Milei a Begoña Gómez, llamándola “corrupta”, como un agravio sin precedentes a España. Nos quieren hacer creer que criticar a Sánchez o a su mujer es atacar a la “soberanía nacional” y a la “dignidad" de nuestro país, como dijo el ministro de asuntos exteriores, José Manuel Albares, el domingo desde la Moncloa en esa interpretación teatralizada de patriota de pacotilla ofendido en lo más profundo.
Ni Begoña forma parte del Gobierno ni atacarla es atacar a España o a su soberanía. Sánchez se envuelve en la bandera de España para tratar de ocultar sus problemas de corrupción, el caso Koldo y el caso Begoña que investiga un juez. Pretende hacernos cree que atacarle a él o a su esposa es atacar a España y a sus instituciones. Y eso no solo va por Milei sino por todo aquel que ose criticarle. Ya lo hizo Jordi Pujol en su día para lo mismo, para tapar la corrupción con la bandera de Cataluña.
De hecho, este mismo editorial seguramente se vea desde la Moncloa como un ataque a la institución, al presidente del Gobierno. La realidad es que es una crítica que, equivocada o acertada, es necesaria e indispensable en una democracia. El jefe del Gobierno no sólo no debe de estar a salvo de la crítica sino que debe estar sometido a ella, incluso cuando pueda ser injusta. Es mejor pecar por exceso que por defecto.
En todo caso veremos cómo sale Sánchez de este atolladero en el que él mismo se ha metido con su sobreactuación contra Argentina, amenazando de tomar medidas más serias aún si Milei no pide disculpas públicas.
Ya ha anunciado el portavoz del Ejecutivo argentino que busque una buena silla, que le va a hacer falta para esperar, y que es Sánchez el que debería disculparse por los ataques de su Gobierno al presidente argentino: “ultraderechista”, “enemigo de la democracia”, “drogadicto” y “negacionista” son algunos de los adjetivos que le dedicaron Sánchez y sus ministros antes incluso de que Milei se refiriera a Begoña Gómez.
Sánchez, siempre irresponsable, es capaz de jugar con los intereses de España para satisfacer o favorecer los suyos propios. Esperemos que no escale este conflicto diplomático que él mismo ha agigantado ya. Lo malo es que comerse sus amenazas es poco menos que hacer el ridículo, así que lo esperable es que algo haga.