La unipersonal política exterior de Sánchez: Marruecos, Argentina e Israel
El muro también se construye con los ladrillos de la política exterior. El presidente pretende aislar a media España de las decisiones de Estado que nos alejan de socios internacionales
La Constitución Española establece en su artículo dos que una de las funciones del presidente del Gobierno es la de “determinar las directrices de la política interior y exterior”. Pedro Sánchez excede en mucho eso. No determina las directrices, sino que toma decisiones unilaterales y desconcertantes que no termina de explicar.
El caso más llamativo fue el cambio de postura de España respecto al Sáhara. Sánchez impuso esa decisión de forma personal y sorpresiva. Nunca se ha explicado. Tuvo consecuencias graves, como por ejemplo el suministro de gas desde Argelia, país que se sintió ofendido y perjudicado por la decisión del presidente del Gobierno.
Ahora nos ha sorprendido a todos con una medida drástica, inusual, precipitada y desproporcionada como ha sido la de retirar a la embajadora de España en Argentina debido al ataque del presidente de ese país, Javier Milei, a la esposa de Pedro Sánchez. Nos han intentado hacer creer que ese ataque a Begoña Gómez es un ataque a España, a su “soberanía nacional” y a su “dignidad”, según dijo el ministro de Asuntos Exteriores. Ver para creer. No lo han entendido ni sus socios.
De la misma manera, Sánchez se ha apresurado a reconocer al Estado de Palestina amparándose en un supuesto “sentir mayoritario” de los españoles que refleja el CIS que es como decir que se ha hecho a medida en un despacho de la Moncloa. La decisión también ha tenido consecuencias inmediatas: el enfado mayúsculo de Israel que ha retirado a su embajadora en España. Es probable que a medio plazo veamos más secuelas de la precipitada y propagandística decisión de Sánchez.
Todas estas decisiones tienen algo en común: ninguna ha sido consensuada con el PP. Parece lógico pensar que, si bien corresponde al presidente marcar las directrices de la política exterior, es prudente y aconsejable que asuntos de Estado como los tres citados anteriormente se informen, comenten e incluso acuerden con el principal partido de la oposición. Son políticas y posicionamiento de país y un presidente no debe aventurarse en solitario por ese camino.
La deriva totalitaria de Pedro Sánchez es cada vez más indisimulada. La denuncia permanente por su parte de algo así como un complot contra él por parte de la derecha y la ultraderecha política, mediática y judicial, es la excusa perfecta para dejar al PP al margen de cualquier decisión, aunque sea de calado y comprometa e hipoteque también a futuros gobiernos.
El muro de Sánchez también se construye con los ladrillos de la política exterior. El presidente pretende aislar a media España de las decisiones de Estado que nos alejan de socios internacionales de una gran importancia, bien sea por tamaño, por potencial económico o por capacidad de influencia en la escena internacional. Es el caso de Israel o Argentina, sin ir más lejos.