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Pedro Sánchez, el Rey Sol: “Que vaya acabando ya”

El presidente del Gobierno concibe los poderes del Estado como algo a su servicio y bajo su mando. Y eso es peligroso en alguien con tanto poder y tan pocos escrúpulos

Pedro Sánchez

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El pleno del Congreso del pasado miércoles nos dejó una escena inédita. Seguramente muchos de ustedes la conocerán porque se ha difundido una y otra vez por las redes sociales gracias a que las cámaras captaron con claridad el momento. Se ha hecho ‘viral’, como se dice en el lenguaje de Internet.

Intervenía el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, cuando Pedro Sánchez, desde su escaño, se dirigió casi con un susurro a la presidenta del Congreso. “Que vaya acabando ya”, le dijo de manera disimulada. Feijóo, que lo oyó, detuvo su intervención para denunciar lo que acaba de suceder, las órdenes que el presidente del Gobierno intentaba dar la presidenta de la Cámara Baja.

Hay quien lo ha catalogado como una anécdota. En sí mismo, comparado con la ley de amnistía y la entrega de Pamplona a Bildu, efectivamente es una cosa menor. Sin embargo, tiene su importancia por lo que simboliza. Ese “que vaya acabando ya” retrata a la perfección qué es para Pedro Sánchez una democracia y su indispensable separación de poderes.

Es lo mismo en el fondo que aquel “¿de quién depende la fiscalía?”. Se trata de injerencias intolerables del Ejecutivo en el Legislativo y en el Judicial. Sánchez concibe los poderes del Estado como algo a su servicio y bajo su mando. Y eso es peligroso en alguien con tanto poder y tan pocos escrúpulos.

Sánchez es como el Rey Sol, Luis XIV, el monarca francés paradigma del absolutismo sintetizado en su frase más histórica: “El Estado soy yo”. A nuestro presidente del Gobierno le gustaría ser el Estado también, acaparar los tres poderes y controlar al cuarto, la prensa libre e independiente. Por eso coquetea con la idea de cambiar las normas para designar a los miembros del Consejo General del Poder Judicial, porque no puede tolerar que ese poder del Estado le sea esquivo y no se someta a sus deseos.

Por ese mismo motivo no tuvo reparo en nombrar fiscal general del Estado a su ministra de Justicia y en designar a otro como magistrado del Tribunal Constitucional, institución que controla por completo después de muchos esfuerzos, desvelos y una crisis sin precedentes entre el Congreso y el propio Tribunal Constitucional.

Por eso también utiliza a Francina Armengol como marioneta para controlar el Congreso de los Diputados según su conveniencia e incluso se atreve a darle órdenes en público. Por eso amenaza a los medios de comunicación críticos y trata de denigrarlos en público cada vez que tiene ocasión.

Y por eso es capaz de encerrarse en la Moncloa cuando un juez abre una investigación sobre su esposa o romper relaciones con Argentina cuando su presidente ataca a Begoña Gómez y saca a su ministro a hablar de agresión a la dignidad de España y a su soberanía nacional. Si él es el Estado y alguien ataca a su mujer, está atacando al Estado. La lógica es tan inapelable como perversa.

El Rey Sol tampoco tiene reparos en usar los resortes del Estado para atacar a un ciudadano particular y así intentar perjudicar a una rival política como Isabel Díaz Ayuso. En definitiva, el “que vaya acabando ya” no es una mera anécdota sino el síntoma de la enfermedad totalitaria que sufre nuestro presidente del Gobierno.