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Lo esencial es echar a Sánchez: Vox y el PP son secundarios

Abascal debe saber que el enemigo no es Feijóo, por mucho que crea que su caladero natural de votos está en el PP si aspira a crecer. Hay que aparcar esas diferencias por un bien superior

Pedro Sánchez

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El principal partido de derechas que existe en nuestro país, Vox, debe entender que ahora mismo existe una sola prioridad nacional, solo una: desalojar a Pedro Sánchez del poder lo antes posible para frenar el deterioro institucional, moral y democrático que sufre España. Todo lo demás es secundario. Aunque suene duro, el bienestar de Vox es secundario, de la misma manera que el del PP también lo es.

Lograr un buen resultado en las elecciones europeas del 9 de junio es el mejor camino para debilitar al líder socialista y acortar lo más posible la legislatura. Eso es evidente. Pero Abascal debe saber que el enemigo no es Feijóo, por mucho que crea, con razón, que su caladero natural de votos está en el PP si aspira a crecer.

Sin embargo, en estos momentos lo importante no es que crezca Vox o se hunda. Ni que el PP saque un gran resultado o no llegue a culminar sus aspiraciones. Ambos partidos tienen la obligación de buscar el máximo número posible de votos, está claro, pero no uno a costa del otro. Ni Vox es el enemigo del PP ni el PP es el rival de Vox .Y si lo son, hay que aparcar esas diferencias por un bien superior.

Si Vox crece a costa del PP o si los populares lo hacen quitándole votos a Vox estaremos en un escenario de suma cero. El mismo número de votos repartidos entre los dos, más allá del porcentaje que obtenga uno u otro. Eso no vale para nada, no al menos para el objetivo prioritario que debería marcar la acción política de ambas formaciones.

Por mucho que se empeñe Abascal, el PP no es lo mismo que el PSOE, ni mucho menos. Probablemente hay bastantes cosas del PP no le gustan al líder de Vox, pero intentar equiparar a los populares con los socialistas no tiene sentido más allá de la mera estrategia electoral.

Sánchez quiere un Vox fuerte y agitado, que muestre los colmillos y su lado más duro o más ultra, porque con eso agita el espantajo de “que viene la extrema derecha”. Se trate movilizar a sus votantes y lograr que muchos vayan a votarle, aunque sea con una pinza en la nariz, para frenar “al fascismo”. Y así gana él, solo él, y pierde España. No podemos o no debemos permitirnos ese lujo.

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