ESdiario

Ely del Valle

My taylor is Swift

Ni las elecciones europeas, ni el bochorno de la ley de amnistía, ni Feijóo movilizando, ni el andar guapeado de Sánchez remueven los cimientos de un país como lo hace la de Pensilvania

My taylor is Swift

Creado:

Actualizado:

Tras la locura desatada por esta mujer de piernas infinitas y vestuario de domadora de elefantes, es de suponer que los editores de cursos de inglés estarán completando esa frase absurda que inexplicablemente hacía referencia a ese sastre que nunca tuvimos y que por lo visto estaba forrado. Obsérvese que digo completar y no cambiar porque esta Taylor demás de Swift es a sus treinta y pocos años mucho más rich que cualquiera que se dedique a hacer trajes a medida que es en parte también a lo que se dedica la muchacha a base de construir historias musicales con las que, visto lo visto, se identifican no una sino varias generaciones.

Fans solos, fans en grupo, fans con sus madres… La locura Taylor es un fenómeno con el que ya se elaboran tesis doctorales de las buenas, de esas en las que alguien se deja las pestañas aunque sean menos rentables que algunas de corta y pega que permiten trasladar un colchón de Pozuelo a la Moncloa.

Imagino a Oscar Puente memorizando la letra de Cruel Summer por orden del “Súper” para ver si así consigue barrer unos cuantos votos "swifties" para casa .

Ni las elecciones europeas, ni el escándalo de la aprobación de la ley de amnistía por cinco raquíticos votos, ni Feijóo llamando a la movilización, ni el andar guapeado de Pedro Sánchez son capaces de remover los cimientos de un país como lo hace el contoneo de caderas de la de Pensilvania. De ahí que los políticos intenten captarla para su causa: desde Biden, de quien la cantante se mostró partidaria en 2020, hasta Oscar Puente al que me imagino memorizando la letra de Cruel Summer por orden del “Súper” para ver si así consigue barrer unos cuantos votos "swifties" para casa .

El problema para ellos – los políticos– y la ventaja para ella – la cantante fenómeno que bien podría ser la hija americana de Cristina Rosenvinge por aquello del parecido razonable– es que, además de rápida (swift) y de rica (rich), Taylor es demasiado lista como para meterse en barrizales. La chica se limita, de momento, a recorrer mundo, hacer caja, y a partirse la ídem (supongo) al enterarse de que sus conciertos son una perita en dulce para los fabricantes de bragas-pañal; esas mismas que, a este paso, entre Yolanda Díaz mandando a la mierda a la oposición y el abuso como consigna gubernamental del fango maloliente, terminarán por ser también un top ventas en el Congreso de los Diputados.

tracking