Al borde del abismo: ¿Cuál es el límite de España y de los españoles?
Las cercanas elecciones europeas del 9 de junio deben servir para mandar un mensaje y empezar a cambiar un camino que nos acabará arrastrando a todos a la ruina y al abismo.
Necesito empezar este artículo implorando a los españoles para que despierten de ese letargo de los últimos años que ha traído como consecuencias dramáticas el empobrecimiento económico y cultural de un país de historia y cultura milenaria. Todo ello unido a la demolición de todas aquellas estructuras y pilares que sustentan nuestra nación nos lleva a poder pensar en el momento que, cuando colapse, nos arrastrará a todos a la ruina y al abismo.
Y la ocasión del despertar es el resultado de las urnas del próximo 9 de junio en que debemos contribuir a marcar el rumbo y destino de Europa. Ese día debemos manifestar los españoles, de forma contundente, que no queremos seguir la senda perversa, doctrinaria y esclavizadora del comunismo, del separatismo nacionalista excluyente y mucho menos del terrorismo.
Ese día debemos dar un ejemplo de unidad en la moderación para que Europa lea claramente nuestra firme voluntad de cohabitación en progreso y libertad, manifestando nuestro respeto y defensa de las Instituciones del Estado, la independencia de la Ley sobre el poder político y menos de partido, en un bloque europeo unido para compartir nuestros destinos.
Y para todo ello no creo que haga falta explicar cual debe ser el sentido de nuestro voto, más bien al contrario: saber claramente qué opciones no debemos votar, pues llevan en sus alforjas dinamita suficiente no solo para volar España sino para volar también Europa desde dentro, desde su mismo corazón.
Cada territorio y cada país, al igual que cada persona, tiene un límite. Por eso pregunto y me pregunto: ¿Cuál es el límite de España y sobre todo de los españoles? Llevamos años soportando mentiras, insultos a la razón y al sentido común, dejándonos dominar por una banda de sátrapas indocumentados que además no saben más que aplicar la chulería del inculto, siendo difícil entender que el pueblo español admita tamaño atraco y provocación.
Es cierto que un ególatra compulsivo para mantenerse en el poder ha sido capaz de comprar voluntades, crear un ejército de estómagos agradecidos, camelar a socialistas de buena fe, copar sin pudor alguno todas las Instituciones del Estado y alimentar una desmesurada corrupción a su alrededor incluida la persona que comparte con él cama y palacio. Sin embargo hemos admitido lo inadmisible. Nos hemos dejado humillar y lo que es peor, nos hemos puesto de perfil cuando ha humillado al poder judicial, a la prensa libre, a la Corona y a los ciudadanos indultando y amnistiando golpistas y terroristas cuya única morada debiera ser sin duda alguna la cárcel y el olvido.
Por ello es trascendental que España con sus votos transmita a Europa su voluntad de pacífica convivencia y esperanza en el futuro, encerrando en el baúl de los olvidos una etapa y a una banda de filibusteros que no merecen permanecer con nosotros y deben finalmente representar tan solo una triste historia. España es mucho más que esa banda, es mucho más que un Congreso de los Diputados y un Gobierno, es mucho más que doctrinas e ideologías. España es una suma de voluntades del pueblo español en quién reside la soberanía nacional, su presente y su futuro.
Precisamente por ello, porque en nosotros reside esa soberanía, debemos enviar un nítido y profundo mensaje a nuestros socios europeos de que ya en su momento experimentamos épocas sin libertades. No queremos en absoluto ni más dictadores, ni más enfermos supremacistas, ni mentirosos compulsivos, ni subasteros, ni corruptos, ni chulos piscinas, ni histéricas, ni eslabones perdidos de la evolución humana.
Y en términos matemáticos ese conjunto de grupos se puede resumir en un nombre común que lo defina: Pedro Sánchez.