Yolanda Díaz, la presidenta de la casa de Iván Redondo
La izquierda a la izquierda del PSOE, es decir, la ultra izquierda, siempre se ha comportado igual. Unos discrepan, se marchan del partido y, luego, llaman a los demás a unirse en su nueva posición, ¿Qué pasa con esta forma de actuar? Pues que cada vez son más pequeños porque por el camino, los odios, las guerras y rencillas, los fusilamentos al amanecer, van dejando en la cuneta a la gente valiosa. Es la historia del PCE, IU, de Podemos y, en este momento, de Sumar.
Yolanda Díaz es el último capítulo de la constante guerra fratricida de un sector que vive bajo el "síndrome del grupúsculo”. Nadie puede pretender ser votado por muchos si no es capaz de administrar bien su casa. Pablo Iglesias es el relato de cómo un momento concreto español puso en su mano ser un gran líder y dilapidó la fortuna por su afán de importancia, sectarismo y egolatría.
¿Dónde va a terminar Yolanda Díaz? Pues donde quiera el PSOE. En realidad, desde que enloqueció por derribar a su mentor Iglesias, cuando era ya pasado al que nadie espera, se entregó con armas y bagajes a Pedro Sánchez. Yolanda Díaz se ha movido al son que desde La Moncloa le han marcado. Su exiguo resultado en las europeas, después de los fiascos en Galicia -su tierra-, País Vasco y Cataluña le han arrebatado su mayor capital: la creencia de que era una política atrapa votantes, hasta el punto que el gran prescriptor, Iván Redondo, la vio como presidenta del Gobierno. Hoy, por el contrario, su imagen es la de dinamitera de formaciones políticas incapaz de obtener buenos resultados electorales. A.M.BEAUMONT