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Los ‘whatsapp’ del fiscal general: es “imperativo” que dimita

Lo esencial de estas conversaciones ya se conocía, pero verlas en mensajes concretos y leerlas en su literalidad suponen un golpe letal a la imagen del fiscal general ante la opinión pública

El fiscal general del Estado saluda a Pedro Sánchez

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El diario El Mundo ofrece una información en exclusiva que deja contra las cuerdas al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz. Se trata de unos mensajes de WhatsApp en los que ordena a la fiscal superior de Madrid, Almudena Lastra, que publique la famosa nota de prensa en la que se revelaban datos reservados de Alberto González Amador, el novio de la presidenta de la Comunidad de Madrid investigado por dos delitos fiscales cometidos presuntamente en su actividad privada como empresario.

“Es imperativo” publicar esa nota de prensa, le decía el fiscal general a su subordinada en Madrid. “No me coges el teléfono”, se quejaba. La fiscal superior de Madrid se resistía a publicar el comunicado de prensa consciente de que se revelaban datos reservados, principalmente conversaciones entre el abogado del novio de Ayuso y la Fiscalía.

Lo esencial de estas conversaciones ya se conocía, pero verlas en mensajes concretos y leerlas en su literalidad suponen un golpe letal a la imagen del fiscal general ante la opinión pública. Está además a las puertas de ser imputado por revelación de secretos de particular por funcionario público.

Aunque ya ha adelantado que tampoco en ese escenario dimitiría, se antoja imposible que siga en su cargo si alguien, él mismo, Pedro Sánchez o sus más directos asesores conservan un gramo de sensatez. ¿Cómo va a seguir al frente de la fiscalía general un imputado por un supuesto delito cometido en el ejercicio de su cargo? ¿En qué cabeza cabe eso?

Es necesario que Álvaro García Ortiz dimita, pero además es justo. Es el castigo que merece actuar al dictado de Pedro Sánchez, comportándose como un lacayo del poder, no como un servidor público que debe velar por el interés general de los españoles. Porque fue su afán por servir al interés de Pedro Sánchez lo que le llevó a publicar datos reservados de un ciudadano particular con la finalidad de hacer daño a un político de la oposición, en este caso Isabel Díaz Ayuso, azote de Sánchez.

Eso merece un castigo si se prueba que fue así. Y los mensajes de WhatsApp que hemos conocido dejan poco lugar a la duda. Fue así y lo ordenó él. El propio fiscal general ya salió hace semanas a decir que asumía la “responsabilidad última” de la publicación de la nota de prensa, porque no podía “tolerar” que ningún fiscal pagara el pato de una actuación que él considera correcta.

Esa asunción de responsabilidad, como si se estuviera inmolando, es también una falacia. La realidad indica que no fue el responsable último sino el que llevó la voz cantante, ordenó la publicación y presionó para que así se hiciera. Y por lo tanto el primero que debe pagar. “Es imperativo”, “hay que sacarla” y “nos están ganando el relato” son expresiones que le dejan totalmente en evidencia. No tiene salida por mucho que se resista a irse.