Una alternativa para transformar España
Para transformar la realidad primero hay que entenderla. Ningún proyecto político, ninguna política económica, triunfan sobre la base de desconocer o maquillar la realidad que pretende cambiar.
Digo esto porque, en mi opinión, entender correctamente la situación económica actual pasa por recordar que nuestro país ha sido el que peor desempeño tuvo en la pandemia -una contracción del 11% del PIB- y el peor en la recuperación -de los últimos en recuperar el PIB prepandemia a finales de 2022-.
Por tanto, cuando se afirma que somos los líderes de crecimiento hay que poner ese crecimiento en la perspectiva de estos años para no caer en el triunfalismo aun reconociendo que en un momento de especial dureza las políticas de protección de rentas con los ERTE’s -en gran parte por la configuración que dimos en 2012- y las prestaciones por cese de actividad amortiguaron el golpe a las empresas, los autónomos y las familias.
Dicho lo cual, la economía de nuestro país hoy dista mucho de la realidad triunfante que describe el Gobierno. Un Gobierno, por otra parte, incapaz de aprobar presupuestos porque no le dejan, ya me dirán de qué puede presumir. Montero ha firmado tantas prórrogas como presupuestos y los presupuestos de 2025 no es seguro que le dejen presentarlos, nuevamente.
Crecemos, es verdad, pero no lideramos el crecimiento europeo. Diez países europeos crecerán más que España en 2024 y serán dieciocho en 2025.
Crecemos, es verdad, pero seguimos liderando el paro en Europa y el maquillaje del Gobierno no ha arreglado la precariedad cada vez mayor. Hoy nuestros jóvenes tienen que hacer varios trabajos a la vez para poder juntar un sueldo digno o encadenan contratos o los despiden a los 15 días y el Gobierno se muestra satisfecho y dice que al menos sus contratos ahora se llaman indefinidos.
Crecemos, es verdad, pero con una composición del crecimiento preocupante por lo que a inversión y consumo se refiere. La inversión privada aún está diez puntos por debajo de prepandemia, la inversión extranjera es la mitad que en 2018 y el consumo privado bajó en el último trimestre de 2023 y se mantiene en niveles bajos similares en el primer trimestre de 2024.
Crecemos, es verdad, pero con la productividad mostrando una enorme debilidad, alejándonos de la media de productividad europea lo que supone una muy mala noticia para nuestro crecimiento a medio y largo plazo.
Crecemos, es verdad, pero con la inflación repuntando, a lomos del endeudamiento y descontrolando el gasto público. Hoy el gasto público es un 29% mayor que en 2018.
Cáritas y el empleo
Cáritas denunciaba estos días atrás que tener empleo ya no garantiza la inclusión social ni excluye la pobreza laboral, es decir, se dirá que crecemos -solo faltaría- pero la realidad dista mucho de ser la de una economía que va como un cohete.
Hoy tenemos una economía más intervenida, con más gasto público, menos inversión, menos productividad, menos competitividad. Las familias con menos poder adquisitivo, con empleos más precarios, pagando más impuestos y con 12,7 millones de españoles en riesgo de pobreza, aunque muchos tengan empleos.
Economía desequilibrada
Todo este es el panorama de una economía profundamente desequilibrada, de un crecimiento aparente en que las cifras macro pueden mejorar pero la realidad no mejora.
Y en esta situación, ¿cómo hacer un supuesto proceso de transformación de nuestra economía sin corregir sus principales equilibrios? ¿Qué impacto transformador pueden tener los Next Generation si no van acompañados de las reformas estructurales necesarias?
Tras la pandemia, la aprobación del programa de estímulo europeo para España tendría que servirnos para hacer el tercer gran proceso transformador de nuestra democracia.
Primero lo fue nuestra adhesión a las Comunidades Europeas en los años 80 y la participación desde el inicio en los fondos de las políticas regionales. 240.000 millones de euros entre 1986 y 2020 que supusieron en lo que se refiere a la inversión en infraestructuras de nuestro país un paso adelante importantísimo. Fue el primer gran proceso de transformación de nuestro país, una transformación sin precedentes, y hay que decir que lo aprovechamos, y el impacto en transformación y crecimiento fue claramente positivo.
La unión monetaria
El segundo gran proceso transformador fue para la entrada de nuestro país en la Unión Monetaria y el gran proyecto en común que supuso para España cumplir con los criterios de Maastricht para entrar en el Euro.
Fueron años de recuperación tras la crisis económica de la guerra del Golfo y de intensos crecimientos que nos llevaron a cifras de paro que rondaban el 7%
Estos fueron, sin temor a equivocarnos, los dos grandes procesos de transformación de nuestra democracia y ahora deberíamos protagonizar el tercer gran proceso de transformación para España de la mano de los fondos europeos y sin embargo, nuevamente la realidad dista mucho del relato oficial y estamos en riesgo de desaprovechar esta fabulosa movilización de recursos públicos.
Los fondos europeos
En nuestra opinión, la gestión de los fondos europeos por parte del Gobierno socialista no está siendo ni eficaz ni transparente. Cambiar los fondos de manos administrativas no es ejecutar los fondos, lo que nos pone en riego de serio incumplimiento y de perder una gran oportunidad. La cogobernanza ha sido un cuento chino, los proyectos no salen porque no están bien dirigidos a las necesidades reales ni están bien articulados y casi nadie se plantea participar ante el papeleo ingente que se exige.
Debemos rediseñar los fondos europeos y su gestión y deberíamos acompañar el impulso de los fondos de las reformas estructurales en nuestra economía que pasan por la revisión a la baja de nuestro sistema tributario como primera medida de estímulo para revertir el estancamiento al que nos han llevado y mejorar nuestro mercado de trabajo y desmaquillarlo, para afrontar la precariedad, la parcialidad, la temporalidad, y no solo cambiarlas de nombre.
Hay que superar el desaguisado de nuestro sistema eléctrico adoptando las decisiones precisas que ofrecimos en el Pacto por la Energía; afrontar los desequilibrios de nuestro sistema de pensiones desde el acuerdo y el consenso en el Pacto de Toledo y simplificar leyes y normativas, desburocratizando procedimientos, desmontando la maraña del intervencionismo al tiempo que nos cuidamos de proteger a quien necesita de un servicio público que lo proteja.
Debemos centrarnos en recuperar la productividad y competitividad de nuestras empresas y corregir el pequeño tamaño de las mismas porque ambas cosas, baja productividad y pequeño tamaño, son dos de los principales desequilibrios de nuestra economía.
Hemos de hacer todo eso, es verdad, y necesitamos el efecto dinamizador e impulsor de los fondos europeos en este tercer gran momento para la transformación de nuestro país, pero necesitamos también y primero que todo un Gobierno capaz, un Gobierno solvente, que sepa qué nos llevamos entre manos, que detecte los desequilibrios de nuestra economía y se disponga a arreglarlos en lugar de maquillarlos.
Necesitamos un Gobierno nuevo que aproveche todas las potencialidades de nuestro país, que convoque a los españoles a este gran tercer proyecto en común que es transformar nuestra actividad económica para crecer más y mejor, para crear más y mejor empleo... En definitiva, para prosperar y alcanzar mayores cotas de bienestar.
Nosotros estaremos para dar a los españoles ese nuevo gobierno, asumiendo nuestras responsabilidades, tendiendo la mano para acordar y ayudar al mejor progreso y bienestar de todos, proponiendo una alternativa económica para transformar España.