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Ely del Valle 

¿Evolucionamos o todo lo contrario?

Alguien dijo alguna vez que el ser humano, más que evolucionar, está involucionando hacia el mono. Quizá la afirmación sea un poco exagerada, pero de lo que no cabe duda es de que cada vez tienen más éxito los cursos, cursillos, charlas, seminarios y libros cuyo objetivo es el de enseñarnos lo que en principio, como animales que somos, deberíamos saber de serie.

Los mal llamados libros de “autoayuda” se venden como churros y proliferan los gurús que nos prometen fórmulas mágicas para forrarnos, para sentirnos bien en el trabajo, para sobreponernos a un jefe tóxico, para alimentarnos correctamente, para conocer nuestro cuerpo y para reconocernos a nosotros mismos, no vaya a ser que en esta aventura que es la vida nos estemos perdiendo algo bueno.

Para recorrer el camino de los ciento y pico mil años que llevamos como homosapiens – sin que nos haya ido mal del todo porque aquí seguimos– nunca hemos requerido de tantas brújulas como en este siglo en el que, por lo visto, necesitamos que alguien nos enseñe a ser buenos padres, nos ayude a afrontar la frustración, nos indique qué son o no las relaciones sexuales satisfactorias y nos explique en qué consiste la felicidad.

Ya no nos basta con haber depositado medio cerebro en nuestros dispositivos móviles sin los que somos incapaces de memorizar cinco números de teléfono o de llegar de Madrid a Albacete sin perdernos. Ahora, al parecer, dependemos de que un puñado de congéneres, tan humanos como el resto, nos pastoreen guiándonos por la senda de esa verdad absoluta de la que se han erigido en depositarios, seguramente con una buena dosis de razón. La prueba la tenemos en que mientras los demás consumimos en masa sus consejos como si realmente nos fueran a cambiar la vida, ellos mejoran notablemente la suya a nuestra costa

¿ Evolucionamos o todo lo contrario?

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