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La “Renovación Democrática” pendiente es la de los políticos

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La gran regeneración que debe afrontar España es la de su clase política. De nada va a servir ese plan que anunciará Pedro Sánchez el día 17 de julio si, principalmente, no va dirigido a los políticos. Y no me refiero meramente a su nivel -que también- cada vez más mediocre, en el que vemos a “funcionarios” de siglas que no han hecho otra cosa ni saben hacer en la vida que dar brillo y esplendor a las prebendas de los cargos por los que han transitado desde la cuna hasta la tumba.

No son los medios de comunicación ni los jueces la china que duele en el pie español. La democracia no la ponen en riesgo los bulos ni las noticias fake ni las decisiones de la Justicia. Tampoco las instituciones del Estado han perdido el pulso, al revés, cuando han debido actuar lo han hecho con responsabilidad y eficacia. Incluso se han dado buenos pasos en la separación de la política y el mundo empresarial de forma que la crisis partidista no afecte más de lo necesario a la marcha económica.

Sin embargo nuestros políticos no han estado a la altura. Ya mostraron sus carencias en la crisis de 2008, donde su impericia supuso un coste social imperdonable. De aquellos barros estos lodos. El populismo -de un signo y otro- creció al refugio de una “manada” partidista tradicional que siempre se ha negado a ver más allá de los problemas que a sus miembros le preocupan. El siglo XXI es bien distinto, trae nuevos desafíos y los partidos de siempre siguen empeñados en los juegos florales de repartirse el pastel y discutir sobre cuitas muy alejadas de la gente que madruga cada día.

Hay un nuevo nudo que ninguno se atreve a desenredar: la colonización partidista de las instituciones. Gravísimo. Y se está complicando cada vez más. Es ahí precisamente donde radica la enorme diferencia entre una autarquía y la democracia. Por desgracia, en España, caminamos a parecernos más a sistemas como el de Rusia, Turquía o Venezuela que al de las fórmulas liberales en las que los ciudadanos ponen de verdad los nombres que desean les manden.

Nuestro país, de la mano de Sánchez, se ha lanzado a tumba abierta a colonizar instituciones que deben servir de contrapeso a un poder gubernamental de por sí ya enorme. Se mire a lo que se mire, los cargos del PSOE o sus afines lo controlan. Tal es el riesgo. Los cargos institucionales españoles en lugar de tener bien presente que están al servicio de todos, son peones colocados a dedo por los mandamases de los partidos para utilizarlos según convenga. A.M.BEAUMONT

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