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Pedro Nuño de la Rosa

Periodista y profesor de gastronomía

¿Cuántos africanos puede asumir Europa?

Vox, alentado por las ultraderechas europeas en alza y en un delirio inhumano, quiere ponerle puertas al campo y al mar. Eso no es factible, hasta Abascal lo sabe y su única intención es evitar, o alargar en lo posible un jaque mate de su originario PP.

Patera con 18 personas rescatada en aguas de Almería por Salvamento Marítimo.
SALVAMENTO MARÍTIMO
(Foto de ARCHIVO)
16/4/2024

Patera con 18 personas rescatada en aguas de Almería por Salvamento Marítimo.SALVAMENTO MARÍTIMO

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Hace unos años la palabra “negro/a” estaba mal vista y peor oída; empezamos a buscarle seudónimos hasta el ridículo, “moreno” (también lo son los que se trabajan la playa, el campo en verano o la obra), “afroamericano” cuando unos no salieron de África desde la evolución a homo sapiens, y los otros llevan más de 5 siglos en el continente americano: “persona de color”, ¿de qué color?, porque mira que hay razas en el mundo como para llenar un epidérmico muestrario cromático con sus matices añadidos.

África tiene aproximadamente 1200 millones de personas de color más oscuro que la gran mayoría de los europeos, llegados hasta nuestro continente hace 45.000 años para por cuestiones climáticas y antropológicas ir convirtiéndose en blancos. La gran pregunta, no por más obvia, menos recalcitrante y molesta es ¿cuántos “negros” quisieran vivir en Europa? Esa tierra de promisión que los haría, es un suponer, más felices, ilustrados y en condiciones humanizadas (alimentación, sanidad, educación y vivienda entre otras). Sólo el 10% que optasen por esa héjira al mundo feliz, serían 120 millones. ¿Caben cómodamente de acuerdo con la Declaración Universal de los Derechos Humanos sin desplazar a los nativos?

Y no es la primera vez que de grado o por la fuerza han existido grandísimas migraciones en la historia; primero fue el Imperio Romano acosado por las tribus bárbaras; los mongoles en todas las direcciones desde Pekín a las estepas rusas; después los árabes cuando entraron en la península Ibérica y en la Itálica; o la esclavitud negra trasladada masivamente a la fuerza desde la costa africana a los Estados Unidos, y todavía hoy los miles de sud y centroamericanos cuando apuestan la vida por atravesar un río y un desierto que los lleve a las grandes ciudades del multimillonario Tío Sam, donde cualquier trabajo por rastrero y duro que sea, mejora su pasado sometido a hambruna, y el atraso sistémico por las oligarquías locales.

Los principales teóricos y pensadores, incluido los políticos, especularon ya en el siglo XIX, con que, si no los queríamos aquí, mejor que los formáramos en sus países de origen. Misioneros, tropas de campaña, buscavidas, aventureros fueron allí, unos a evangelizar a quienes tenían sus propios dioses, otros a la rapiña y ocupación militar. Todas las colonizaciones han resultado fallidas: Inglaterra en la India, Egipto y península Arábiga…; España y Francia en el Magreb y “Las Américas” …; Rusia en los países anexionados por la Unión Soviética; y así podríamos seguir dándole la vuelta al mundo.

Curiosamente las fronteras entre los países europeos son auténticos dientes de sierra, mientras que desde Berlín, París o Londres se repartían el mapa utilizando un tiralíneas para marcar miles de kilómetros, uniendo, por la superioridad armamentística del viejo continente, a pueblos y tribus continuamente enzarzados en guerras tribales, que desconocían sus riquezas por no haberlas necesitado durante miles de años.

Ahora nuestros políticos españoles discuten sobre la emigración, pero no aclaran nada ni cómo, salvo Vox que, alentado por las ultraderechas europeas en alza y en un delirio inhumano quiere ponerle puertas al campo y al mar. Eso no es factible, hasta Abascal lo sabe y su única intención es evitar, o alargar en lo posible un jaque mate de su originario PP.

De momento, sólo de momento, tenemos 6000 niños esperando el permiso de asilo sin amparo ni tutor, con declaraciones tan estremecedoras como las de haber visto a su padre o a su madre ser arrojados del cayuco a las profundidades oceánicas. Esas criaturas sólo tienen la culpa de haber nacido en una choza, siquiera atendidas por una matrona indocta o por un chamán verboreico, y no dejadas por la cigüeña de Walt Disney en un hogar occidental pluriacondicionado. Se trata de conseguir un reparto equitativo entre comunidades, aunque de alguna manera recuerda a los buques de esclavos desembarcando en las colonias francesas e inglesas (también nosotros tuvimos nuestra parte de culpa en aquel genocida desarraigo).

A estas horas, y ya llevan tiempo reunidos en Canarias, Gobierno central y autonómicos intentando repartirse a niños y adolescentes desamparados, pero no se ponen de acuerdo ni para saludarse. Y mientras el hacinamiento en campamentos infames se agrava hasta lo insostenible.

Dice Carlos Mazón, presidente de la Comunidad Valenciana, que estamos saturados, mientras que los catalanes se niegan en redondo a admitir más inmigrantes, y el resto tuerce el morro sólo compensar en darles cobijo equiparable a cualquier otro niño español de familia desestructurada, o simplemente huérfano/a propiamente. Nadie tiene en cuenta que la población española se hace vieja, que los cuarentones y cincuentones de hoy serán jubilados de mañana y que alguien deberá sustituiros sea en una clínica, en una mesa de diseño o en una obra. Y ese alguien son estos 6000 niños de piel oscura y cabellos ensortijados, esperando que hayamos aprendido la lección de los guetos aislacionistas.

El montante del dinero para sufragar esta roñosa desidia, y echarse las culpas entre comunidades, lo tiene el Gobierno central, y deberá ser el responsable de repartirlo según necesidades demostradas con centros adecuados. Todo lo contrario, ni es cristiano ni mucho menos socialista. Europa, a la que tanto acudimos para resolver nuestras cuitas internas, también se debe de responsabilizar, porque el verdadero problema migratorio, como apuntábamos al principio de este artículo, está aún por llegar.

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