Hombres débiles, tiempos difíciles
"Los tiempos difíciles crean hombres fuertes; los hombres fuertes crean tiempos fáciles; los tiempos fáciles crean hombres débiles; y los hombres débiles crean tiempos difíciles". La frase es del escritor Michael Hopf, y no puede ser más cierta. La prueba la tenemos delante de nuestras narices con una Europa debilitada en sus valores por haber confundido el famoso Estado del Bienestar con la complacencia, lo políticamente correcto con la superioridad moral y el complejo con la bondad.
Los tiempos difíciles que se vivieron en la primera mitad del siglo XX y dieron como resultado una generación fuerte que salió adelante apechugando con unas cuantas posguerras. Ahí están nuestros padres y abuelos, que a base de batirse el cobre contra la adversidad y de mucho sacrificio, consiguieron que sus hijos tuvieran una vida mucho mejor que la suya.
¿Y en qué momento todo aquello se ha venido abajo? Cuando esos tiempos fáciles que ellos crearon para nosotros nos llevaron a pensar que todo el monte es orégano, que los derechos pasan por encima de las obligaciones, que la educación y el respeto están sobrevalorados y que nos lo merecemos todo sin dar nada a cambio.
Ahora nos llevamos las manos a la cabeza porque vuelven a surgir los extremismos, los de derechas pero también los de izquierdas, tan peligrosos los unos como los otros por mucho que algunos quieran blanquear estos últimos borrando parte de la Historia. Los gobiernos – y lo estamos viendo cada día– están en manos de políticos débiles capaces de mentir, de sacarse de la manga leyes a conveniencia, de manosear los principios de la democracia y de vender su alma al diablo por mantener su estatus sin importarles que los polvos de su inoperancia nos estén arrastrando como sociedad al lodo de la radicalización.
Ojalá me equivoque, pero si Hopf tiene razón y su frase termina por cumplirse, lo que tenemos a la vuelta de la esquina son tiempos difíciles. Desde luego, méritos para conseguirlo no nos faltan.