Pedro Sánchez, el reyezuelo rojo humillado por la Roja

Hay pocas cosas peores para un ególatra que no sentirse querido. Y Pedro Sánchez no es un personaje querido por la mayoría, por mucho empeño que ponga en conseguirlo o en dar la apariencia de serlo. Por eso maneja cuentas en las redes sociales dedicadas a ensalzarle, por eso premia a los aduladores y por eso cultiva su imagen personal como pocos.

La realidad sin embargo es cruel. Sánchez no puede pasearse por prácticamente ninguna ciudad española sin arriesgarse a recibir una dosis de abucheos. El desprecio o el desdén que produce su figura quedó patente este martes en la recepción a los jugadores de la selección española de fútbol en la Moncloa.

Los futbolistas, incluido Dani Carvajal, fueron tan correctos como fríos con el presidente. Daba la impresión desde fuera de que habían acudido por una cuestión meramente protocolaria, porque no les quedaba más remedio. Todos le dieron la mano, ninguno con entusiasmo. Nadie trató de disimular y por eso nadie le rió las gracias y nadie le regaló aunque fuera un fingido aplauso. La tensión se cortaba en el aire.

Si las imágenes por sí mismas y las caras de los jugadores lo decían todo, es aún peor la comparación con otras imágenes que habían dejado poco antes en el Palacio de la Zarzuela. Allí el Rey sí recibió el calor, la simpatía y los aplausos de los esos mismos jugadores. La comparación de las secuencias en ambos escenarios del momento en el que se hace entrega de una camiseta de España a Felipe VI y a Pedro Sánchez es demoledora para el presidente.

Le ha tenido que doler especialmente esa diferencia de cariño. Es evidente que cada cual recoge lo que siembra.