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LA MIRILLA

Regeneración democrática: patada a seguir de Sánchez

Pedro Sánchez, a su entrada al Congreso de los Diputados.EDUARDO PARRA

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Por más que Pedro Sánchez y algunos de sus aliados políticos y mediáticos se empeñen en convencernos de que hay que regenerar la democracia, la realidad es tozuda: es el Gobierno el que debe ser reformado. Es la coalición gubernamental la que vive obsesionada con que una mayoría parlamentaria pintoresca, con actores distintos y muy diferentes ideológicamente, está legitimada para arrasar (con nombramientos de carné partidista) las instituciones y así ponerlas al servicio de siglas concretas y, sobre todo, de glorificar al líder. Ese es el mayor riesgo actual de nuestro sistema democrático, que se resuelve con que desde La Moncloa se evite colocar sus manos en los contrapoderes bien establecidos del sistema que han mostrado funcionan correctamente.

Ciertamente, la imagen que se desea proyectar desde las terminales monclovitas es la de que Sánchez y los que viven dentro de su muro (del que se ha expulsado al menos a la mitad de los españoles, incluidos ya hasta los jugadores de fútbol campeones de la selección por aplaudir poco al “Gran Timonel”) son la democracia, y los “otros” (los “fachas”, los que diseminan “bulos”, quienes no han entendido que el “progresismo” sanchista es la única manera de vivir y sentir) los que buscan acabar con la igualdad y la libertad que garantiza la Constitución a todos los españoles sin distingos. Nada más fake y peligroso. Ningún otro bulo es tan dañino.

No son los medios de comunicación ni los periodistas que criticamos al “puto amo” (Óscar Puente, dixit), ni los jueces que investigan a su esposa por tráfico de influencias y corrupción de los negocios o al PSOE por la “Koldotrama”, los que atentan contra el régimen democrático, más bien son aquellos que se han creído impunes, de una “casta de intocables”, por estar en el poder, los que están utilizando lo de todos, que debe ser independiente, para ir creando un “cesarismo” incompatible con la soberanía de los ciudadanos de la que emanan los poderes del Estado: todos por igual; no todos al albur de lo que marque por capricho cualquier líder político según sople el viento.

A. M. BEAUMONT