EDITORIAL
Sánchez debe dimitir, hay que decirlo alto y claro
El ‘caso Begoña’ habría hecho caer a la inmensa mayoría de los jefes de gobierno de los países de nuestro entorno. Algunos han dejado su cargo por mucho menos. Por ejemplo, Boris Johnson
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no debería estar ni un minuto más en la Moncloa. La situación, hay que decirlo alto y claro, exige que presente su dimisión. El ‘caso Begoña’ es la gota que ha colmado el vaso. Más allá de lo que determine la Justicia desde el punto de vista pena, políticamente es inaceptable lo que está pasando.
La esposa del presidente del Gobierno se benefició de esa condición para iniciar una carrera profesional incompatible con el desempeño de su marido por una cuestión de mera higiene democrática. No es ético que se dedique a captar fondos públicos de empresas que ‘dirige’ su marido y fondos privados de empresas que luego contratan con su marido.
Simplemente eso habría hecho caer a la inmensa mayoría de los jefes de gobierno de los países de nuestro entorno. Algunos han dejado su cargo por mucho menos. Por ejemplo, Boris Johnson, ex primer ministro británico, dimitió por unas fiestas celebradas en Downing Street durante el confinamiento de la pandemia.
Sánchez, en vez de dimitir se enroca. En lugar de aceptar el error y asumirlo para salvar el prestigio de la democracia, opta por encarnar el papel de víctima y arremeter contra el Poder Judicial, la oposición y los medios de comunicación críticos, destruyendo aún más la credibilidad del sistema democrático. Si los jueces, los políticos y los periodistas son unos corruptos que le atacan para destruirle, ¿en qué puede confiar el ciudadano? Solo en él, víctima y salvador, al mismo tiempo.
Lo cierto es que no se puede esperar nada de Pedro Sánchez que esté a la altura de lo que España necesita y merece. Es imposible pedirle dignidad al hombre al que sus propios compañeros expulsaron de la secretaría general del PSOE por tramposo. No se puede esperar nada del político capaz de comprar su investidura a un prófugo de la justicia a cambio de borrar sus delitos con una ley plenamente inconstitucional.
Si Sánchez ha sido capaz de caer en esa corrupción política, cómo no va a ser capaz de caer en cualquier otro tipo de corrupción, incluido el nepotismo. Y a la vez, cómo va a ser capaz de dejar voluntariamente la presidencia del Gobierno asumiendo un error, el de los negocios impúdicos de Begoña Gómez, que en el fondo es una minucia al lado de comprar su investidura, mentir a los españoles y pactar con los enemigos de su país.
Sánchez debe dimitir, en realidad debería haberlo hecho hace mucho tiempo, pero no lo va a hacer porque para eso hace falta tener dignidad, principios democráticos, un mínimo de escrúpulos y sentido de Estado. El olmo nunca va a dar peras.