EDITORIAL
Sánchez, desbordado: Peinado, el Supremo y Europa le amargan la legislatura
La cosa pinta mal para él y cuanto más tiempo aguante, peor pintará para España. Eso a Sánchez le da igual, por supuesto, pero a millones de españoles les quita el sueño.
El presidente del Gobierno está viviendo una semana terrorífica para sus intereses. Se le acumulan los problemas. Es normal, porque las acciones tienen siempre consecuencias, tarden más o menos en llegar. Y a él comienzan a llegarle en forma de varapalos judiciales y políticos.
Este jueves ha sufrido tres muy considerables. Uno de ellos le llegó desde la UE, propinado por la Comisión Europea que le afea de manera oficial el comportamiento de su Gobierno y de su grupo parlamentario respecto al Poder Judicial y a la independencia de la Fiscalía General del Estado.
La crítica irremediablemente alude a Sánchez al que, sin nombrarle directamente, reprocha declaraciones contra jueces concretos, Peinado sin ir más lejos, y contra el Poder Judicial. También a sus portavoces en el Congreso y en el Gobierno, a su ministro de Justicia y a otros que se han manifestado con muy poco rubor contra la labor del juez que ha osado investigar a Begoña Gómez.
Seguro que Sánchez hace oídos sordos, pero el escrito conlleva un desprestigio nacional e internacional muy importante para él.
El segundo revés le llegó desde el Tribunal Supremo, que presentó un recurso de inconstitucionalidad sobre la ley de amnistía, esa que el Gobierno también veía inconstitucional hasta que Sánchez necesitó los siete votos de Puigdemont para su investidura. En ese momento se transformó como por arte de magia en una ley "impecablemente constitucional", como la define el ministro Félix Bolaños.
Es cierto que para Sánchez no es un problema real, más allá del desprestigio y el desgaste que sufra entre la opinión pública, o al menos es un problema relativo. Tiene a mano el mando a distancia desde el que ordena que todas las decisiones del Constitucional se solventen a su favor por 7 a 4. Para eso es el TC más politizado de la historia. Llegado el momento, no hay muchas dudas al respecto, Cándido Conde-Pumpido y sus seis soldaditos pondrán el semáforo en verde para que la amnistía se considere dentro de la Constitución.
También tiene un coste de imagen y reputación muy importante su actuación ante el juez Peinado, que instruye el sumario contra su esposa, Begoña Gómez. El último episodio es la solicitud que ha dirigido al juez en la que argumenta que él, como presiente del Gobierno, tiene el privilegio de declarar por escrito como testigo en lugar de hacerlo de manera presencial.
Veremos a ver qué decide Peinado, pero en todo caso la resistencia de Sánchez a testificar tiene mal encaje en la opinión pública. Aparenta miedo o, como poco, escasas ganas de colaborar con la justicia. Quizás incluso transmite cierto afán de obstruir la labor del juez y el esclarecimiento de los hechos.
Europa ya le ha pedido que deje de criticar a los jueces, así que ese camino de denunciar una persecución judicial, política y mediática de extrema derecha contra él desemboca en un callejón sin salida. Ahí es precisamente donde está esta legislatura y el propio presidente del Gobierno que empieza a recoger la tempestad después de sembrar vientos. La cosa pinta mal para él y cuanto más tiempo aguante, peor pintará para España. Eso a Sánchez le da igual, por supuesto, pero a millones de españoles les quita el sueño.